La canción de nuestra vida (2016)

Fe, amor, dolor y esperanza

El matrimonio formado por Joey y Rory Feek se hizo muy célebre en Estados Unidos a partir del año 2008. Durante años formaron el dúo musical Joey + Rory, que obtuvo un gran éxito gracias a sus canciones country, hasta el punto de contar con su propio show televisivo. Tras unos años en la cima, decidieron darse un respiro en 2016. Además de descansar, como Joey estaba embarazada ese periodo de tranquilidad les serviría para preparar el nacimiento de su primer hijo. Rory decidió entonces coger la cámara y grabar los acontecimientos que iban a sucederse en su familia: primero la llegada del bebé, una niña con Síndrome de Down, y luego la lucha de Joey contra un cáncer de útero que se manifestó poco después del parto.

Estamos ante un documental bastante inusual por varios motivos. En primero lugar, como dice el título se trata de un asombroso canto a la vida, algo que podría parecer poca cosa si lo que se narraran en pantalla fuesen acontecimientos felices para nuestra cultura posmoderna. Pero no es el caso. La canción de nuestra vida está en el polo opuesto de la visión de la felicidad que tiene nuestra sociedad, pues asistimos a la inmensa alegría que embarga cada día a una madre y a un padre en el cuidado de su hija con Síndrome de Down, y vemos conmovidos cómo una mujer guapa de cuarenta años va sembrando alegría a su alrededor, la sonrisa en la cara, mientras a la vez se consume día a día por culpa de un agresivo cáncer. Éstos acontecimientos, y aquí está el quid de la cuestión, no sólo no recogen momentos de tristeza o abatimiento sino que además se narran sin pena, sin amargura, sin reproches. De modo insólito se evita en todo momento el victimismo e incluso el conformismo ante situaciones muy, muy duras. Hay una aceptación verdaderamente admirable que hace preguntarse al espectador: ¿pero cómo es posible?

Como no podía ser de otra manera la respuesta es sobrenatural. Joey y Rory son profundamente cristianos y cada día acogen su vida como un don. Sienten que Dios les ama profundamente y quieren lo que Él decida enviarles. Así, varias veces se habla de Dios, de sus caminos, de ser felices con el tiempo que se nos ha dado de modo que seamos capaces de convertirlo en una gran historia. Y eso es lo que hacen los protagonistas de este sensible film, que, hay que decirlo, es difícil ver durante gran parte del metraje sin un nudo en la garganta, sin preguntarnos por qué los planes de Dios son a veces tan incomprensibles. Por eso llama enormemente la atención la manera en que los protagonistas se enfrentan al dolor y a la perdida, con una valentía, una entereza y una esperanza que son abrumadoras. La fe realmente es capaz de transformarlo todo.

Cinematográficamente el film es sencillo y está rodado con ritmo adecuado. Quizá pueda ser algo repetitivo, pues la cámara de Rory recoge muchos momentos cotidianos de la vida de los Feek en su granja de Tennessee, los trabajos de la tierra, las comidas, los viajes de la familia, las reuniones con padres, hermanos, amigos, las visitas al hospital, etc. Todo ello salpicado de vez en cuando con el blues cristiano de las canciones de Joey y Rory, cuyas letras expresan vivamente sus sentimientos religiosos y el modo optimista en que afrontan todas las cuestiones de su vida. Debido a sus protagonistas el impacto de esta historia será lógicamente más profundo en Estados Unidos, lo cual no impide que en otros países suponga un contundente toque de atención a nuestras vidas tantas veces acomodadas y materialistas.