13 horas, los soldados secretos de Bengasi (2016)

La noche libia

Recreación de un trágico episodio bélico que tuvo lugar durante la noche del 11 de septiembre de 2012 en Bengasi. Tras la muerte del dictador Muamar el Gadafi, Libia se encuentra en una situación delicada, en donde diversas facciones se disputan el poder. El equilibrio es muy inestable y por eso Estados Unidos mantiene una pequeña base secreta de la CIA en la ciudad costera de Bengasi, que cuenta con un grupo de soldados experimentados para salvaguardar la seguridad, no más de media docena. Los problemas vendrán cuando el embajador estadounidense acuda a un acto en la ciudad y se instale en una casa cercana. Pronto será atacado.

Película vibrante, entretenida, tremendamente realista y seria. Vuelve a traer a colación las ventajas e inconvenientes del tan cacareado intervencionismo internacional norteamericano, una cuestión nada fácil de solventar. Tanto los habitantes de los países conflictivos como los propios norteamericanos dudan constantemente de esa política, más si cabe cuando se producen situaciones límite en donde hay heridos y muertos, muchísimos más –todo hay que decirlo– entre los lugareños, a menudo masas de personas sin orden ni disciplina que odian que los yanquis corten el bacalao en su tierra. El problema llega cuando se generaliza identificando al Islam con esas facciones violentas.

Los hechos reales narrados en 13 horas, Los soldados secretos de Bengasi están basados en el libro escrito por Mitchell Zuckoff y cuenta con un cuidado guión de Chuck Hogan (The Town, ciudad de ladrones), el cual logra involucrar anímicamente al espectador gracias al buen dibujo que hace del personal estadounidense. En películas de este tipo, con acción y ritmo desenfrenados, es complicado a veces saber quién es quién y ese tema se amplía en este caso ya que hasta los propios soldados americanos desconocen la identidad del enemigo. Aunque presumiblemente cuentan con habitantes amigos, nunca saben si lo son de verdad, si van a traicionarles. Esto ofrece momentos de tensión, bien resueltos, verosímiles y trasladan una desasosegante sensación de desconcierto.

El modo de filmar la guerra es de un realismo inusitado, y no se ahorra alguna imagen especialmente desagradable. Y aquí la atmósfera recuerda sobremanera a otras películas recientes del mismo corte bélico (en cuanto al fracaso militar estadounidense), como El único superviviente o en especial Black Hawk derribado, citada explícitamente por uno de los personajes. Desde luego es difícil mejorar la ambientación realista y la atmósfera agobiante generada en esta especie de base asediada, convertida en un nuevo El Alamo, como también comenta otro soldado.

Alegra comprobar además que el director de la película, Michael Bay, sabe hacer otra cosa que películas fantásticas de Transformers. Su modo de filmar la guerra nocturna es contundente, aunque por la localización de los contendientes a veces parezca que estamos en un videojuego en manos de los norteamericanos, mientras que otras escenas (como la del ataque al coche blindado) están magníficamente rodadas. Pero no sólo se centra en la pura acción. Deja tiempo para conocer a los protagonistas, para humanizarles, especialmente a los dos soldados norteamericanos que llevan casi todo el peso anímico del film, unos perfectos John Krasinski (Silva) y James Badge Dale (Rone), quienes comentan su anhelo constante de regresar con sus familias y comparten su opinión de que están en una guerra que no entienden.