Mucha gente habla hoy en día de cómo Internet y, sobre todo, las redes sociales, están transformando las formas de comunicarnos. Sin embargo, pocas veces se aborda esta cuestión desde la perspectiva del valor real que está generando este sector.

El auge y popularidad del social media nos impide muchas veces valorar adecuadamente la innovación tecnológica, intrínseca a un sector que avanza con un dinamismo increíble. En Europa, y particularmente en España, no deberíamos conformarnos con utilizar adecuadamente las ventajas de Internet y las redes sociales en todos los sectores para garantizar un crecimiento en actividad económica, sino que además deberíamos estar más enfocados en garantizar que nuestras empresas tecnológicas jueguen un papel cada vez más relevante como actores clave en el futuro, y en el ámbito global. El talento de nuestros desarrolladores, ingenieros, diseñadores, etc. está generando productos de gran calidad, capaces de competir internacionalmente con las mejores empresas del sector. Crear esta industria, capaz de innovar permanentemente en este complicado entorno, es la única manera de generar valor a futuro en este sector.

En este sentido, gobiernos y reguladores deben favorecer el mejor marco para que se desarrolle adecuadamente la actividad emprendedora y empresarial en el ámbito de internet, en tanto que es un sector clave para la competitividad de España y de Europa. En un mundo globalizado y transfronterizo como es Internet, necesitamos una regulación global y un estándar internacional que genere confianza, seguridad y certidumbre a ciudadanos y empresas, sin poner excesivas cargas administrativas a éstas y favoreciendo la inversión y la innovación. Es necesario trabajar para minimizar las barreras normativas y fiscales locales, que hasta ahora no han venido facilitando el desarrollo de proyectos de internet y, desde luego, no ahondar en ello. Parece obvio exigir reglas iguales para todos. Cualquier regulación local específica, afectará -de facto- únicamente a las compañías españolas. Las empresas necesitamos certidumbre y seguridad jurídica sobre las reglas del juego, pero lo más importante es que todo el mundo tenga las mismas. Las mismas reglas, las mismas oportunidades.

Bromeaba el otro día con un directivo. Igual que no tiene sentido ya hablar de “empresas web” o “empresas móviles”, cada vez tiene menos sentido hablar de empresas “de un país u otro”. Afortunadamente, los usuarios no saben de dónde es un desarrollo que se han descargado. Digo afortunadamente porque para un país como España, esta es una enorme oportunidad para competir globalmente en un mundo en el que -por ejemplo- las tiendas de aplicaciones han facilitado enormemente la conexión entre desarrolladores y público en general en ese entorno global que comentábamos antes.

Una regulación excesivamente local, o demasiado alejada de la realidad del uso, puede tener un grave impacto económico y consecuencias negativas no sólo en las compañías digitales, sino también en los propios usuarios a los que al final se pretende proteger. No nos equivoquemos: los usuarios no van a dejar de utilizar algunos servicios de internet, en web o en móvil, presentes o futuros, por los planteamientos que algunos reguladores quieran fomentar. Para proteger de posibles abusos, tiene mucho más sentido entender al usuario y sus necesidades de comunicación, entender las tendencias, y cómo se van a utilizar las herramientas. Y, por supuesto, actuar de manera contundente con los que claramente no cumplen las reglas del juego.

¿Y cuáles son esas tendencias? ¿Hacia dónde vamos? En mi opinión, no hay que perder de vista tres cuestiones fundamentales: la innovación de la comunicación social (hacia el móvil y la nube), la experiencia de usuario, y la reinvención de los modelos de negocio.

Ya no tiene sentido hablar de redes sociales tal y como las conocíamos. La movilidad está cambiando. Y cambiará aún más esa definición (si es que en algún momento la hubo). En Tuenti, por ejemplo, somos ya más de 6.5 millones de usuarios únicos que nos comunicamos a diario a través de nuestras aplicaciones móviles. La nueva aplicación,Tuenti Social Messenger, está disponible en fase beta en todas las plataformas para que cualquier persona, de cualquier edad, en cualquier parte del mundo, se la pueda descargar y empezar a utilizar. El crecimiento es imparable, y muy dinámico. El indicador más relevante es el tiempo de uso, no el número de descargas.

En este sentido, la innovación no debe estar reñida con la usabilidad y la simplicidad. Un producto que garantice una experiencia rica, con información relevante de verdad, y con el menor ruido posible. No se puede sacrificar una excelente experiencia de usuario por otro tipo de argumentos.

Nosotros hemos puesto el móvil en el centro de la estrategia, y estamos innovando no sólo en producto, sino también en el modelo de negocio: diversificando en ingresos más allá de la publicidad, desarrollando el primer operador móvil social: Tuenti Móvil. Un operador en el que llamar es lo de menos, en donde el usuario está siempre conectado con la mejor tarifa de datos, con todos los datos e información relevante en la nube. Poco a poco seguirá integrando en su experiencia muchas funcionalidades junto con la mensajería instantánea y la componente social, apostando por la privacidad y la seguridad como elementos diferenciales.

Quien no se mueva no saldrá en la foto. Sí, las cosas están cambiando mucho, y hasta las frases hechas cambian. Básicamente porque seremos cada uno de nosotros, los usuarios (y no los reguladores, ni siquiera las empresas), quienes definiremos, a través de nuestras preferencias, el futuro de las herramientas de comunicación social. ¿Hacia dónde vamos? Está en nuestras manos. ¿Podrá jugar España y Europa algún papel en esta nueva sociedad? También está en nuestras manos.

 

 

Fuente: Sebastián Muriel  (sebastianmuriel.es)