John Wick 4 sacia con creces las expectativas que levantó su espera. Visualmente espectacular, elegantemente coreografiada y con un Keanu Reeves invencible, peca de una trama mínima y una duración excesiva.

Crítica John Wick 4

Keanu Reeves es de esos actores que atrapan, hipnotizan y enganchan. Suelen dar lo mejor de sí y siempre cumplen con las expectativas de sus películas. En cada entrega, subía el listón y se transformaba en un temible asesino de gran reputación y admiración para amigos y enemigos. De ese modo, John Wick se ha convertido en unos de los personajes más referentes y aclamados en el género de acción: un hombre que, a pesar de conocer los límites entre el bien y el mal, no puede evitar ser parte del mundo criminal.

La escenografía es meritoriamente espectacular. Siguiendo la estética de sus predecesoras, posee un juego de luces neones, contrastadas con tonalidades frías y cálidas; un recurso muy llamativo, en el que han creado su sello de identidad. Junto a eso, las secuencias de acción funcionan a la perfección por su dinamismo, sus toques de humor y sus coreografías elegantemente diseñadas; –aunque algunas alcanzan el surrealismo–.

Cabe destacar que la trama, en sí misma –exceptuando la de la primera cinta–, es narrativamente mínima. El espectador se pregunta “¿hasta donde es capaz de llegar Wick?, ¿esto acabará alguna vez?, ¿de verdad vale la pena todo lo que hace para escapar de algo en lo que él mismo se ha metido?” Con las casi tres horas que dura el largometraje, hay tiempo suficiente para resolver estas cuestiones. Para algunos espectadores resultarán necesarias y para otros excesivas.

Esta última parte de la franquicia, consigue un final de saga redondo y digno de las anteriores producciones. Se cierra un ciclo y se sacia el fanatismo de sus más fieles seguidores. De una forma u otra, las decisiones y elecciones ponen a cada uno en su lugar con una plausible justicia poética.