Qué hacer cuando tu hijo de 9 años ha visto porno: «Todo empezó cuando un amigo me dijo que buscase la palabra ‘tetas’»

La pornografía, advierten los expertos, acelera el desarrollo sexual de los menores, su sensibilidad a la excitación y la busqueda de placer

De hecho, en los talleres que imparten él y su equipo en la Asociación Dale Una Vuelta (DUV), un proyecto social y de ayuda para afrontar este problema, observan que los niños y niñas de sexto de primaria saben perfectamente de qué se trata el tema: «son imágenes malas», «gente haciendo cosas guarras», «algo que no hay que ver» o «gente desnuda que se graba» son algunas de las contestaciones que reciben.

Para Villena, los mensajes que transmiten son muy buenos, pero lo que a él le sorprende de verdad es que a esas edades tan tempranas ya tengan ya meridianamente claro de lo que se trata. «Muchos comentan cosas como estas: «yo no quería, pero entré en una página con estos vídeos».

Algo así le sucedió a Manuel, uno de sus pacientes. Con tan solo 9 años, creía en los Reyes Magos y en la magia de la Navidad. Dibujaba, hacía actividades al aire libre, se divertía con sus amigos en el cole. Era un chico sonriente y feliz. Sus padres tenían, y siguen teniendo, una buena visión de la vida y del ser humano.

Villena relata que en el momento en el que todo esto sucedió, eran padres jóvenes y la paternidad a veces los agotaba. Por eso, desde que era muy pequeño, le ponían varios cuentos en YouTube para que se durmiera. El menor empezó a coger soltura con la tecnología y a los tres años, como muchos otros niños de su edad, ya sabía parar y adelantar los vídeos, ampliar la pantalla o pasar al siguiente cuento. A sus 9 años, es todo un experto en tecnología. A veces, les resolvía problemas técnicos a sus padres.

Un día en el colegio, como el niño habla siempre de de los móviles en el patio, un chico mayor le dijo que pusiera la palabra ‘tetas’ en internet. «Y así empezó todo. De una manera tan fácil, sencilla, y triste», resume el director clínico y de investigación de la Asociación Dale una Vuelta (DUV).

Este menor, explica este psicólogo sanitario, sexólogo clínico, «soñaba de vez en cuando con alguna chica de su clase y empezaba a despertarse en él el deseo afectivo de estar con alguien. Sin embargo, su instinto puramente sexual todavía no se había desarrollado de manera adolescente y su mirada seguía inundada de inocencia, una inocencia que la pornografía interrumpió».

Qué duda cabe que la pornografía, advierte Villena, «aceleró su desarrollo sexual, su sensibilidad a la excitación y su busqueda de placer. Convirtió el deseo de besar a un a chica en el deseo de tocar un cuerpo desnudo. Modificó las ganas de pasar un rato junto a ella y las transformó en el deseo de conocer sus genitales y explorar el cuerpo. Cambio la comprensión, por la brusquedad, y la empatía, por la cosificación».

El caso de Manuel, hoy de 17 años, es un ejemplo tan solo de lo que las cifras revelan: 1 de cada 10 niños acceden al porno antes de los diez años. «Es verdad -reconoce Villena-, que el 70 por ciento de los menores de 16 años sucede de forma accidental, pero también esta cifra ha crecido mucho porque hace unos cinco años solo lo hacían el 30 por ciento». A su juicio, el acceso tan temprano y sin control a los móviles podría ser una explicación. «es como tener un Ferrari en el bolsillo y no tener carnet de conducir», afirma.

Cómo deben actuar los padres

Si la familia es consciente de que esto ha sucedido, lo ideal es, explica Villena, no sobreactuar ni alarmarse en exceso por lo ocurrido, ya que podría tener un efecto no deseado en los adolescentes. Eso no implica que no sea necesario estar atentos».

Solo desde ahí, aclara, es posible hacer ese «primer acompañamiento familiar de soporte, desde el cariño y la empatía, que es lo que nos va a permitir poder comprender qué le está pasando al adolescente, donde ha conseguido ese material, por qué vías le ha llegado, y para qué lo está utilizando. También ahí se puede detectar si ha sido un primer contacto solo».

Se trata, explica este psicólogo general sanitario, «de tratar de convertir este incidente en una oportunidad para una conversación afectivo sexual que nos permita explicar lo que es realmente la pornografía y la diferencia entre esta y la sexualidad sana».

Establecer ese canal de comunicación con el niño o adolescente «será fundamental -remarca Villena- a la hora de entablar una conversación tan compleja como esta. Es verdad que para eso suma puntos el haber establecido una relación de confianza previa, y ser un referente de ayuda para nuestros hijos».

Si se establece que no ha sido solo un ‘accidente’, sino que el consumo es más frecuente y el adolescente está sufriendo por ello, la recomendación del director clínico y de investigación de DUV es que la familia «acuda con el menor a un profesional que pueda valorar la situación de forma integral y hacer una evaluación completa de otras posibles problemáticas que pudieran estar presentes».

Estas serían, en cualquier caso, las recomendaciones de este autor para afrontar la realidad.

1 – Controlar primero tu reacción

La mayoría de las familias se sienten incómodas. Primero regúlate tú antes de tener la conversación. Intenta mantener un tono de voz adecuado, incluso cálido, amable y de cercanía. Nunca mentir: intentar decir siempre al verdad y poner nombre a cada cosa, siempre adaptando el lenguaje a la edad de cada menor. Tampoco derivar la respuesta en otro progenitor: no pasar la pelota a la hora de abordar estos temas.

2 – No recurrir al castigo

Aumenta las sensaciones negativas en el adolescente y pueden empeorar la situación.

3 – Escuchar

Antes de responderles, intenta escuchar y preguntar de donde lo han aprendido o de dónde se han sacado esas ideas. Te ayudará a conocer mejor la situación y te dará tiempo para responder. Si piensas primero, te puedes preparar la conversación y ponerse en el lugar del adolescente (qué te gustaría que hubieran hecho contigo si te hubiese pasado. Elige bien las palabras para empezar a hablar).

4 – No avergonzar

De forma automática pueden salirnos respuestas de sorpresa, asco o nefando, intentar evitarlo.

5 – Hacer propuestas en positivo

En ocasiones será más interesante hablar de lo positivo de la sexualidad, cuando se vive de manera sana e integrada, que de lo negativo de vivirlo por otras vílas como la pornografía. Para esto es necesario usar un lenguaje positivo, de crecimiento y esperanzador.

6 – Confirmar

Si el adolescente acude a mi, siempre prestarle la importancia que merece el hecho de que haya confiado a mi, asi volverá cuando tenga otro problema.

7 – Hacer un seguimiento

Con delicadeza, si el adolescente no saca el tema, los adultos podemos tomar las riendas pero siempre con una actitud proactiva, pero tratando siempre de ser respetuoso y no invasivo

Otras iniciativas necesarias

En este contexto, y tras el reciente anuncio de Sánchez para promover una Ley que proteja a los menores del porno en Internet, Villena quiere remarcar que «es necesario establecer un marco legal bajo el amparo de la Ley Europea de Servicios Digitales para regular el acceso de los menores a la pornografía».

En esta línea, añaden, «existen mecanismos como el certificado digital impulsado por la AEPD para proteger la privacidad de las personas y a la vez proteger a la infancia». «Será necesario también sancionar a la industria cuando no cumpla con esta regulación o cuando no tenga la transparencia adecuada como empresa en materia de protección de menores y de creación de contenidos».

Además, concluye, «se debería coordinar este trabajo con las empresas de telefonía móvil cuando se venda un teléfono a un adolescente, para que ya venga con un control de material sexual explícito. También sería interesante trabajar con la industria tecnológicas para proteger a los menores de los propios algoritmos de redes sociales que, en ocasiones, son la puerta de entrada a la pornografía.»