Uno de cada cinco adolescentes siente dependencia de estar conectado. «Pasan más tiempo en demostrar que viven que en vivir»

Psicóloga experta en convivencia escolar e internet

¿Sabemos qué hacen nuestros hijos adolescentes en internet? ¿Por qué nos preocupamos cuando salen con amigos que no conocemos pero permanecemos ajenos a si establecen contacto con un extraño por la red? «El problema es que les hemos dejado solos mucho tiempo delante el ordenador», sostiene Rosario del Rey, psicóloga experta en la materia, que ha intervenido en las V Jornadas de Convivencia organizadas por el Departamento de Educación del Gobierno vasco con la participación de 250 docentes. Del Rey es coautora del protocolo del acoso por internet implantado este curso en los centros educativos de Euskadi.

¿El ciberbullying se nos está yendo de las manos?

No. Aún estamos a tiempo. ¿Es un problema? Sí. ¿Es un problema que parece mayor que el bullying tradicional? Parece que sí. Pues vamos a atajarlo, pero sin alarmismos.

 

 

¿Cómo?

Lo primero que tenemos que comprender es que estar en las redes sociales es estar en la vida. El mayor problema que tenemos es que hemos dejado solos a nuestros hijos, el 80% han aprendido solos a usar internet. Los adultos tenemos que tomar conciencia de que algo que pensábamos que era una maquinita sin importancia no lo es. Hemos minimizado el riesgo. Ahora bien, tampoco hay que confundir los términos: que yo te insulte está mal, pero no porque yo te insulte en las redes sociales te estoy haciendo ciberbullying.

Llama la atención la gran tipología de agresiones que existen en la red y que cambian constantemente, se sofistican…

Como en la vida normal.

Pero es más difícil verlas, atajarlas.

Humm… Porque los mayores nos sentimos menos competentes o no nos ponemos a la tarea. Si yo no quiero enterarme de dónde está mi hijo ni qué hace mi hijo… ¡Hay que estar! Como madre o padre, igual que vas al burguer a ver qué pasa allí, tienes que ir a la red social.

¿Es más grave el ciberbullying que el acoso convencional?

Eso sienten los chavales. Y eso afecta mucho a los padres, que lo llevan muy mal porque se sienten desamparados. Es esa sensación de impotencia, de que no lo pueden quitar. Con el bullying tradicional existe la posibilidad de escapar, de poner tierra por medio, aunque no lo hagas; pero en el ciberbullying, no. Las víctimas se vuelven paranoicas.

¿A qué señales debería estar atenta si sospecho que mi hijo está siendo víctima de acoso?

A cambios del comportamiento. Cuando el niño deja de hacer cosas que debería de hacer porque no hay wifi o muestra signos de ansiedad, enfado…. Eso puede ser indicio de que quiere seguir viendo si comentan de él. También hay que sospechar ante un cambio de amistades, que se meta mucho tiempo en su cuarto, con el ordenador… Es la combinación de factores. Pero no creo que un padre se tenga que preocupar cuando hay problemas. Un padre se tiene que preocupar antes.

 

Sensibilizar sin miedo

¿A qué edad es apropiado que dispongan de una conexión a internet?

Es una cuestión de autonomía. Depende de cada niño. ¿A qué edad pueden salir solos? ¿A qué años puedo darles las llaves? Depende.

¿Y si sospecho que es mi hijo el abusador?

Lo primero, hay que diferenciar si lo ha hecho con intención. Un comentario sin intención en la red puede generar una bola de nieve sin pretenderlo. Los niños que agreden no son diablos, necesitan ayuda. El padre tiene que hablar con él y, desde luego, obligarle a reparar el daño.

Las estadísticas son terribles. Según un reciente estudio de la Universidad de Deusto, tres de cada diez escolares sufren ciberbullying y un 44% reconoce haber acosado a otros menores por internet.

Como experta, no me lo creo. El problema es que llamamos a las cosas de la misma manera cuando nos estamos refiriendo a distintas cosas. Si preguntas a un chaval ‘¿has insultado alguna vez por internet?’, te va a decir que sí; pero de ahí a decir que es un ciberacosador… A veces en los estudios se incluyen comportamientos que pueden ser violentos en la vida real, pero no en la vida virtual.

¿Se está magnificando el problema?

Estamos equivocando los términos. Con esas cifras alarmistas, estamos haciendo un flaco favor a la sociedad. Hay que sensibilizar, pero no a través del miedo.

Pero no hay duda de que es un fenómeno creciente.

Pero porque es creciente el acceso a internet. Es una consecuencia lógica: si antes el 30% de los menores era usuario habitual de internet, ahora es el 97%. Pero al mismo tiempo también ocurre que está bajando el bullying.

¿Cuáles son los otros riesgos del ciberespacio?

Está el grooming (cuando un pederasta se hace pasar por un menor) o una práctica cada vez más extendida como es el sexting (enviar fotos eróticas por internet). El problema con el que nos estamos encontrado es que el acosador no es un viejo verde, sino que se trata de chavales de 17, 20 o 22 años que establecen la relación al principio sin mala intención, pero que puede desencadenar un proceso de microchantajes y acabar en algo bastante gordo. Hay casos muy graves.

¿Cuál el vehículo más habitual, el ordenador o el teléfono?

Es que el teléfono ahora es el ordenador, ya casi no hay diferencia. Están conectados todo el día.

 

«La moda es estar, tener mucho contacto sin privacidad. Lo que no comentan es como si no lo hicieran»

«Los chavales dejan de jugar a baloncesto o de hacer senderismo porque no hay internet»

 

 

Por la noche

¿Y la última moda?

Estar. Tener mucho contacto, no tener privacidad. La moda es que lo que no comento es como si no lo hago o no lo pienso. Y las fotos, como pruebas de lo que hacen. Es agotador para ellos. Se levantan por la noche al baño y miran el móvil. Está de moda no disfrutar con una actividad, sino hacer siete cosas al mismo tiempo. Y contarlas. Pasan más tiempo en demostrar que viven que en vivir. Esto es lo que tenemos que cambiar. Es horrible.

¿Cómo atajar esta actitud para que no se convierta en obsesión?

Con una combinación de disciplina. No prohibir, pero restringir el uso.

¿Hay muchos casos de adicciones?

Sí, muchos. Es una adicción sin sustancias. Desarrollan sobre todo una dependencia interpersonal, sienten la necesidad imperiosa de contar en todo momento lo que están haciendo. Según el último estudio realizado, afecta al 20% de los adolescentes. Es terrible. Uno de cada cinco chavales siente que tiene que contar todo lo que hace. Y eso supone que dejan de hacer cosas por estar, dejan de formar parte del equipo de baloncesto o dejan de hacer senderismo porque no hay conexión de internet.

Y los padres no somos muy buen ejemplo: llegamos a casa y conectamos el ordenador o el ipad, consultamos el móvil…

Si no evitamos eso, ¿con qué autoridad les vamos a exigir que apaguen el móvil? Del mismo modo que procuramos no discutir con la pareja delante de ellos, tenemos que darles ejemplo. Uno de los esfuerzos más grandes que hago cuando llego a casa y estoy con mis hijos es esconder la ‘blackberry’ para no ver la lucecita roja.

Fuente: Jose María Tomé (www.elcorreo.com)