Las chicas son cada vez más violentas, los padres no saben educarlos en la era digital.
Uno de cada cuatro jóvenes sufre o ha sufrido acoso de sus compañeros. La mayoría no denuncia.

“La violencia en la familia y en la sociedad está explotando en las aulas desde hace más de quince años. Y desde el aula explota hacia fuera a través de las redes sociales. Creo que en la sociedad veloz en la que estamos hemos enseñado poco y nada de cómo vivir en ella a nuestros jóvenes”. Quien así habla, rotunda, es Nora Rodríguez. Psicóloga especialista en violencia juvenil, durante años ha radiografiado a nuestros jóvenes. De su trabajo han salido varios libros, entre ellos Guerra en las aulas o Educar a niños y adolescentes en la era digital. Y se muestra convencida de un fracaso educativo, a todos los niveles.

Las cifras son de escándalo. Uno de cada cuatro escolares españoles sufre o ha sufrido acoso en las aulas, y según datos de la Policía, derivados del Estudio Cisneros sobre ‘Violencia y Acoso Escolar’, en los casos de graves casi un 54% de las víctimas presenta síntomas de estrés postraumático, como pesadillas, ansiedad, insomnio, flash back o pánico; el 55% sufre depresión y el 53% tiene una imagen negativa de sí mismo.

En 2012, el servicio de Defensor del Profesor atendió a 3.352 docentes, principalmente por situaciones de amenazas y agresiones. Desde su puesta en marcha, en 2005, el servicio atiende unas diez consultas al día..

Seis de cada diez menores que manifiestan comportamientos en el colegio, acaban delinquiendo antes de los 24 años, según la Asociación Española de Pediatría…

Se mire la encuesta que se mire, las cifras hacen saltar las alarmas.  Según datos de Fiscalía, casos como el que hoy hemos conocido descienden a un ritmo del 10 por ciento anual. Algo que no evita que, cada vez que uno trasciende, se abra el debate  ¿Estamos creando una generación de jóvenes violentos? Los expertos afirman que sí, y que el uso de las nuevas tecnologías en muchas de sus agresiones visibilizan además un problema que siempre ha existido. Coinciden además en otro titular: las chicas se hacen más violentas. ¿Por qué?

“Conforme se van integrando a la vida social, tienen también más conflictos y aprenden a utilizar la violencia en beneficio propio”, analizaAntonio Andrés Pueyo, Director del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia de la Universidad de Barcelona. “Las chicas terminan siendo más violentas para que las respeten, porque están influidas por una cultura de la violencia que tiene que ver con el machismo, con la fuerza”, dice Nora Rodríguez, que destaca que las chicas introducen en la violencia un concepto mal entendido, el del respeto: “intentan imponerlo a través del miedo, porque así creen que logran más popularidad y más estatus.Y esto les permite también ser más populares, sentirse triunfadoras”.

Isabel Menéndez lleva 36 años como psicóloga tratando conflictos y problemas de conducta en menores y adolescentes. Ella también matiza: “influyen mucho los entornos latinos, que manejan otros valores y comportamientos”.

¿Y el hecho de que las peleas se graben con móvil como se interpreta?.

Para Pueyo,  no añade ningún componente perverso a la agresión:  “todos llevan el móvil y lo utilizan simplemente para dejar constancia de lo que hacen. Es simplemente una forma de registrar un suceso anómalo”

Menéndez añade: que un menor grabe una agresión evidencia también una necesidad de reafirmar su poder. “Con ese vídeo demuestran que también están metidos en ese entorno hostil, que forman parte de los “poderosos”. Se sienten más integrados”, opina esta experta, que considera preocupante que los menores presencien una agresión, pero no hagan absolutamente nada. Una conducta que es el resultado de una educación deficiente: “Las generaciones anteriores fueron educadas con la idea de que siempre había que defender al débil. En esta, todo se resume con una frase: tú no te metas, no te busques líos. La inteligencia emocional brilla por su ausencia. No hay niños empáticos, que se pongan en el lugar de los demás. No reconocen sus sentimientos ni controlan sus emociones, porque sus padres tampoco lo hacen”

Y Rodríguez se muestra tajante: “por primera vez en la historia de la Humanidad nos toca educar a generaciones que se socializan en dos mundos paraelos: el real y el virtual”. Lo que ocurre es el fracaso de una educación que no ha sabido enseñar a los chavales cómo utilizar las nuevas tecnologías que hemos puesto en sus manos. “Se ha perdido la dimensión de lo moral. De que lo que no se puede hacer el mundo real tampoco se puede hacer en el virtual”

Una “generación X”, dice Isabel Menéndez, de chavales “superprotegidos”, que no han tenido límites porque sus propios padres los consideran retrógrados. “Veo a niños con iphone a los 9 años. El ipad es el regalo estrella de la Primera Comunión”. Menores acostumbrados a un nivel de tolerancia extremo, y que se revuelven ante las frustraciones. Cuando aparece algo en contra, lo gestionan con la violencia. Sea esto una negativa o un comportamiento que les disgusta. “cuando se encuentran con alguna frustración, se van directamente a conseguir lo que quieren por los medios que sean”. Y eso, afirma, implica siempre algún tipo de violencia.

Caldo de cultivo alimentado por normativas que en los últimos años han restado autoridad al profesor, aunque ahora se intente recuperar. En  2010, la Comunidad de Madrid otorgó a los profesores la consideración de “autoridad pública” , lo que en la práctica supone que los docentes gocen del “principio de veracidad” en sus denuncias, y que puedan adoptar medidas cautelares provisiones contra los alumnos que contravengan las normas de convivencia.

Una vieja demanda del profesorado que ha sido recogida también, más recientemente, por la denominada Ley Wert. En su aplicación práctica, en cambio, los especialistas detectan carencias. Isabel Menéndez lo ejemplifica de forma gráfica: “Sabes que un alumno tuyo tiene una navaja en la mochila y no puedes hacer nada, porque si le abres la mochila invades su intimidad”, afirma esta experta.

La prevención es básica, en eso coinciden todos. Y debe partir de la familia y también de la escuela. Aunque Pueyo se muestra cauto y resuelve que no todas las situaciones pueden solucionarse con una educación más intensiva. “Para la mala conducta en general suele dar buen resultado a medio plazo. Para casos extremos, hay que tener más medidas individualizadas”.

La ley del menor también genera controversias. ¿Es lo suficientemente dura?

Para Pueyo, la legislación actual ha funcionado de manera adecuada y ha evitado peores consecuencias. Menéndez disiente. La considera una ley“absolutamente orientada a proteger los derechos de los menores sin consecuencias importantes para ellos”. La ley limita la responsabilidad penal a los catorce años, de modo que en el caso de Sabadell, la joven no sería imputable. Podría ingresar en un centro de menores, o simplemente ser sancionada con una multa económica. “Eso da la sensación de que la violencia queda impune”, afirma esta especialista, que vería más adecuado que la menor fuese sancionada con trabajos en beneficio de otros jóvenes.

En ello coincide con Rodríguez. “Yo no creo que la ley tenga que ser dura. Si no hay un acto de reparación hacia la persona que ha dañado o cualquier otra persona no hay aprendizaje social. Se trata de hacer algo gratuitamente por alguien durante un tiempo determinado. Y cuanto más trabajo haga, mejor será la imagen que le devuelva de sí mismo. Porque no olvidemos, que estos agresores tienen siempre, siempre, una malísima imagen propia”.

Fuente: Luz Sela (noticias.lainformacion.com)