Con el agua al cuello

Tras las diversas desgracias acaecidas en el seno del clan Kennedy, incluidos un accidente aéreo y dos asesinatos, uno del presidente de los Estados Unidos, JFK, la sombra de la fatalidad va a cernirse sobre el senador Ted Kennedy, cuya juventud le augura grandes posibilidades para ser candidato a la presidencia y acabar encabezando la Casa Blanca. Un día de verano de 1969, tras participar en una fiesta con algunos miembros de su equipo en la isla de Chappaquiddick, y beber algo de más, le acompaña en el auto que conduce Mary Jo Kopechne, antigua secretaria de su hermano Bobby. Un despiste precipita el auto en el agua, y él logra salvar la vida, pero ella termina ahogada. Abrumado por la confusión y la certeza de su muerte, queda como paralizado, no sabe reaccionar. Cuando al final contacta con su entorno de ayudantes, se pone en marcha una maquinaria para tratar de protegerle, su carrera política se encuentra en situación de alto riesgo.

John Curran mostró estupendas maneras de cineasta y capacidad de sumergirse en las complejidades del alma humana en su magnífica película El velo pintado, adaptación de la obra de W. Somerset Maugham. Aquí vuelve a hacerlo con una historia más cercana en el tiempo, introduciéndonos en la «pequeña historia», los sucesos que cambian la historia, queda de fondo la pregunta de «qué habría pasado si» Ted hubiera ocupado el despacho oval. Pero su habilidad, manejando el guión de dos novatos en estas lides, Taylor Allen y Andrew Logan, es la de introducirnos en la piel del protagonista, con sus angustias y dudas sobre lo que debe hacer, Jason Clarke lo sabe interpretar muy bien.

Con elementos como el background familiar -las escenas con el patriarca del clan Kennedy, estupendo Bruce Dern, son electrizantes-, y el planteamiento de la confrontación con la verdad, y el coste que supone asumirla, resulta muy atractivo, sobre todo en tiempos de «fake news» y posverdad, donde parece que todo vale para mantener el estatus social o la consideración de los demás. En tal sentido, este film de época -estamos en 1969-, invita a la confrontación con el contexto histórico en que se ha realizado, tiempos de linchamientos en redes sociales, donde sin duda el escándalo Kennedy habría tenido otro tratamiento mediático, muy diferente.