Desde la consolidación del streaming de cine y televisión entre 2007 y 2010, el aterrizaje de medios e intermediarios en Internet y redes móviles ha sido imparable. No todos han obtenido el mismo éxito, pero sin duda marcan una dirección que no tiene vuelta atrás: el acceso a contenidos de ocio como cine y juegos, libros o prensa, va retrocediendo del mundo físico para combinarse con el on line.

En España la oferta aumenta. Mientras se multiplican las aplicaciones para iPhone, Android, Blackberry u otros teléfonos inteligentes, grandes compañías como la norteamericana Amazon o la sueca Voddler han puesto ya las bases de negocio en España.

El año 2011 será recordado por el lanzamiento de diversos gadgets y tabletas para el acceso a todo el contenido de medios y entretenimiento en un solo aparato. Todavía está por ver quién ganará la partida. En concreto, en 2011 Amazon lanzó su segundo Kindle, el Kindle Fire, para comptir no sólo como lector de libro electrónico, sino también como tableta multimedia, Netflix y Hulu integrados para descargar cine y televisión.

En medio de esta carrera han ido apareciendo “intermediarios”, desconocidos hasta ahora en el sector entretenimiento, nuevos en el negocio –Hulu, Netflix o Spotify– o aparecidos de la mano de gigantes como el iTunes de Apple.

 

Modelos de distribución de éxito:
La facilidad de distribución de copias digitales en Internet que la copia privada y la piratería ponen de manifiesto, es una competencia que las industrias tradicionales se resisten a afrontar. Hay cuatro sectores clave: el cine, los videojuegos, la música y los libros. Si confrontamos los datos de 2010 referidos a España, la piratería alcanzó los 11.000 millones de euros, lo que implica no solo lucro cesante de los creadores, sino incluso un “modelo de negocio” del que nadie es titular. Es terreno de todos y un mundo sin ley.

La música es hasta ahora el único de los cuatro sectores que está venciendo la resistencia de los intermediarios clásicos de la cadena de valor (grandes superficies, tiendas especializadas, etc.) para vender, alquilar o incluso regalar canciones o álbumes de éxito. Hay demanda en el público, pero como en todo mercado que se ha “canibalizado” un poco, hacen falta normas justas, autorregulación por parte de la industria y buenas prácticas en los consumidores.

Las suscripciones a Spotify, servicio inmejorable en calidad y cantidad de oferta, siguen subiendo, al igual que el uso del iTunes de pago, tanto para los usuarios de Mac como para los de PC. Gastamos dinero en discos duros multimedia, en PC de mayor capacidad o memoria, o en consolas o tabletas más potentes, pero no pensamos en que cabría ahorrar dinero si lo dedicamos a comprar contenidos asumibles como estos nuevos proveedores ofrecen.

 

Quioscos digitales:
En distribución de publicaciones, revistas y prensa, también en 2011 hemos vivido varios hechos: la consolidación de Orbyt y Zinio o el lanzamiento de Kiosko y Más (ABC, El País y otros diarios). El número de lectores de prensa digital ha aumentado durante el último año hasta llegar a 10,8 millones, y los medios se organizan para “monetizar” ese incremento de audiencia que sigue creciendo. Aunque aún no se sabe si Orbyt o Kiosko y Más tengan éxito y den beneficios.

La plataforma Zinio de revistas sí está siendo un negocio competitivo en España. En Estados Unidos, donde lleva más años, no sólo es rentable sino que además se lanza al mercado móvil y se ofrece con los últimos smartphones de T-Mobile.

El sector editorial va por detrás (cfr. Aceprensa, 6-04-2011), aunque hay movimientos importantes. En Estados Unidos no hay precio fijo, y las cosas van más rápidas y mejor. El libro ya no sólo se vende en formato impreso y digital: también se presta de forma gratuita, incluso a través de aplicaciones para móviles muy fáciles de usar –como la de Kindle para Android– e independientes del dispositivo, de modo que viajando con un aparato distinto del habitual se puede continuar la lectura de un libro con sus marcas y anotaciones.

 

El marco legal no es el problema:
Los principales modos – y por tanto contratos– de distribución o comercialización de contenidos, de acuerdo con las leyes europeas de derechos de autor son: alquiler, venta y comunicación pública, y ninguno presenta inconvenientes a priori para realizarse online, como en el mundo analógico.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La comunicación pública en cine se ha hecho siempre observando el sistema de “ventanas”: primero las salas, luego aviones y hoteles, DVD o Blu-ray, y finalmente alquiler y venta. Ahora (ver abajo) las posibilidades comerciales no pueden esperar ese tiempo clásico del mundo fisico.

 

La rigidez de este sistema –que la industria ha debatido en Sitges en octubre pasado (cfr. La Vanguardia, 11-10-2011)– es uno de los muros contra los que se estrella el usuario que, desalentado, acude a webs de descargas o de visionado gratuito. Teniendo en cuenta las campañas mundiales de lanzamiento de películas, videojuegos o libros, con un marketing muy incitante, la oferta genera una cierta “necesidad” que se termina saciando en productos de peor calidad y fuera de los circuitos de explotación de las productoras y editoras. Si la oferta fuese rápida y flexible, asumiría una parte importante de ese consumo.

Barreras del catálogo actual:
Algunas de las barreras tienen que ver, pues, con los tiempos, y son barreras jurídicas, pero dependen de los acuerdos entre las partes. Otras se refieren a los derechos de autor (cfr. www.e-television.es); y no nos referimos aquí a la piratería o al canon digital, sino a la libertad de disposición que creadores e industrias tienen para su venta o alquiler a nivel mundial. Para que haya una buena oferta on line, el asunto no es sólo saber si hay o no suficiente catálogo de películas, series, animación o programas de televisión, sino si se cuenta con los derechos de explotación en otras áreas geográficas.

Los contratos de distribución de cine están siendo el cuello de botella para el crecimiento de sistemas como Netflix en Europa o América Latina. También para que los productores españoles se lancen a comercializar las obras en varios canales a la vez.

También las importadoras de películas, normalmente distribuidoras de cine en sala y posterior venta y alquiler, tienen que abrir su modelo. En ocasiones la distribuidora es una empresa subsidiaria de la matriz, como ocurre con Buenavista International (Disney) o 20th Century Fox Latino América (20th Century Fox). Pero eso no implica que tengan los derechos originales de sus producciones, porque pueden haberlos cedido.

Frente al sistema clásico de cine en sala, portales como Youzee traen el espectáculo a casa. Ahora que las pantallas de TV han mejorado la calidad de audio y vídeo –una de 40 pulgadas es ya más que suficiente en un cuarto de estar familiar–, el consumo de cine e incluso de cine en 3D tendrá que moverse hacia aquí.

App-solutamente móvil:
Hay un fenómeno relativamente nuevo en este ámbito: el de las aplicaciones. No las aplicaciones que descargamos al PC, móvil o tableta, que de por sí son importantes y estratégicas para que el usuario consulte una publicación, escuche una radio o vea una serie de televisión. Me refiero a las aplicaciones compartidas entre dispositivos de un mismo usuario (y su entorno familiar). En el caso de los e-books, este es un punto estratégico (“quiero seguir leyendo donde lo dejé”) que Kindle entiende muy bien y ofrece no sólo a los compradores de su tableta y lector, sino a todos los que hemos descargado su aplicación en un teléfono o leemos en nuestro ordenador.

Por otro lado, como ya hemos ido contando en Aceprensa (ver artículos relacionados), Internet gana terreno a la televisión especialmente entre los usuarios de “tabletas”. Concretamente (1), aunque el número de tabletas es todavía bajo (1,6 millones de personas tienen iPad o Galaxy Tab), lo que corresponde al 4,6% de la población española, la penetración de móviles en cambio es muy alta (60 millones de líneas).

A modo de conclusión, hay varios hechos que no se pueden olvidar:

  • Muchos teléfonos inteligentes dan acceso a los mismos contenidos y no requieren inversión inicial para disfrutar de “quioscos electrónicos”, música a la carta o incluso cine.
  • Cualquier modo de distribución deberá ser accesible no sólo por cable o ADSL sino por wi-fi o redes 3G.
  • Las aplicaciones móviles son más fáciles de utilizar en general que las webs: así ocurre por ejemplo en banca, en diarios digitales o en libros, y eso explica su fuerte crecimiento.
  • La penetración del smartphone entre el público adolescente y joven es altísima, con predominio de Blackberry.
  • La clave del precio viene dada por el contrato ofrecido por las operadoras de telefonía y ya va siendo corriente que el contrato incluya voz, texto y datos, y es en este último punto donde se libra la batalla de los contenidos.

¿Hay negocio? Si hay buenos contenidos y un nuevo marketing estratégico, sí.

 

Fuente: Loreto Corredoira* (Aceprensa, 17-1-2012)

 

(*) autora del libro La protección del talento. Propiedad intelectual de autores, artistas y productores con especial atención a Internet y obras digitales (Tirant lo Blanc, Valencia, 2011) y profesora de Derecho de la Información en la Universidad Complutense de Madrid.