La gélida Noruega tiene poco más de 5 millones de habitantes y aún así se ha convertido en todo una potencia audiovisual. Esta serie es un buen ejemplo. Una historia autóctona poco conocida que tiene un nivel de producción excelente y un reparto de actores noruegos que han participado en series de repercusión mundial como El puente o Los heroes de Telemark. El argumento tenía la difícil tarea de no convertirse a los protagonistas en una caricatura de los monarcas noruegos y su vida de lujos en Inglaterra y Estados Unidos mientras su país era invadido por el ejercito nazi en la II Guerra Mundial. Este riesgo está muy presente en los tres primeros capítulos en los que hay demasiado “te con pastitas” en Buckingham Palace y la Casa Blanca. Sin embargo, los guionistas saben tocar tierra y mostrar al pueblo noruego representado en un personaje esencial muy representativo. También saben humanizar a los monarcas y altos mandatarios con una descripción matizada que supera los clichés tan actuales sobre la aristocracia y la política.
Una vez superados los obstáculos de los prejuicios, la historia tiene momentos muy logrados en el que se muestra a un Roosevelt marcado por su parálisis física y el pánico a una nueva Guerra mundial. El matrimonio de los herederos al trono noruego no tiene todos los matices que debería, pero resulta un ancla más que suficiente para sostener el interés del espectador.
Firma: Claudio Sánchez