Mejorando el original

Vistosa película del veterano cineasta Zhang Yimou, que sabe combinar espectacularidad, exquisito esteticismo y drama íntimo con tintes de trágico fatalismo y comportamientos casi maquiavélicos. Se inspira en las leyendas tradicionales de los Tres reinos y la épica de Jingzhou, revisitadas con frecuencia por el cine chino, y que en el caso que nos ocupa se centra en la figura de “la sombra” o “el doble”, aquella persona de humilde condición pero que presenta un enorme parecido físico con alguien poderoso, y al que se mantiene en la oscuridad hasta que llegan determinados momentos decisivos, en que puede tocarle sustituir al original.

El rey de Pei se mueve entre la pusilanimidad y el pragmatismo. No quiere un nuevo enfrentamiento con el reino vecino, pues ya en el pasado salieron escaldados, y parece haber renunciado a reclamar la ciudad amurallada de Jing. Indignado, su comandante ha retado unilateralmente al rey vecino; aunque en realidad lo ha hecho su “sombra”, siguiendo sus instrucciones, pues el comandante auténtico mora escondido, con heridas del pasado que le impiden combatir, y sólo su esposa y la “sombra” saben de este ardid. Todo forma parte un elaborado plan para conquistar Jing, donde el duelo de la “sombra” está urdido a modo de distracción. Aunque las cosas pueden ser aún más complejas de lo que parece a simple vista.

Yimou, con su coguionista Li Wei, entregan una historia de intrigas palaciegas que engancha, con amores trágicos –la esposa del comandante se debate entre el amor a su esposo, y la atracción por “la sombra”–, y las decisiones injustas típicas de los tiranos, a los que no importa jugar con las vidas de sus súbditos, e incluso de sus personas más queridas, para alcanzar sus fines. En tal sentido los dramas del rey veleidoso, su hermana cuyo matrimonio se negocia en condiciones vergonzosas, o el triángulo del comandante, su esposa y la “sombra”, tienen resonancias de la tragedia clásica, ya sea griega o shakespereana. Y esto no impide que el film incluya también vistosas escenas de acción y lucha, con magníficas coreografías que permiten metáforas sobre lo femenino y lo masculino, el yin y el yang y los opuestos, o sobre los afectos no confesos, y algunos giros argumentales sorpresivos en el tramo final.

Visualmente la película es una verdadera gozada. Arriesga Yimou junto a uno de sus directores de fotografía habituales, Zhao Xiaoding, a la hora de apostar por una paleta de colores que se mueve entre el blanco y el negro con una amplia gama de grises, el resto de la grama cromática mantiene siempre un aspecto apagado –el color carne, los verdes vegetales…–, que la acerca a dichos colores. Esto, junto a los cielos nubosos y la perpetua lluvia, concede al conjunto un aspecto maravilloso, que funciona muy bien, y que viene influido, según confesión del propio director, por las tradicionales imágenes tintadas de su país.

Aunque el film cuenta con muchos figurantes, apenas hay una decena de personajes con líneas, y todos ellos están muy bien interpretados. Está muy bien Deng Chao en su doble papel de comandante y “sombra”, pero también las mujeres, Sun Li, la esposa, y Guan Xiaotong, la hermana, además de Ryan Zheng, que sabe conceder inesperados rasgos al rey de Pei.