La pérdida del liderazgo televisivo de la cadena Telecinco, del grupo Mediaset, y el cambio de directivos ha supuesto una revolución en la gestión que puede poner fin a un modelo basado en la rentabilidad de la telebasura, al menos mientras la audiencia siga abandonando ese tipo de contenidos.

 

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El 23 de abril de 2000 Telecinco estrenó un programa que marcó historia en la televisión española: Gran Hermano, el primer reality show (veinticuatro horas en directo sobre la supuesta realidad que vivían diez jóvenes encerrados en una casa) que colocó a la cadena en su mejor dato de audiencia desde su nacimiento. El primer programa de Gran Hermano congregó en su estreno a 5,29 millones de espectadores, el 36,5% de cuota de pantalla, y despidió la primera temporada el 21 de julio con 9,10 millones de espectadores y un 70,8% de cuota. Telecinco terminó el ejercicio como la televisión más vista en España, con un 22% del mercado.

Desde entonces y hasta 2021 –excepto algún año que fue superada por RTVE–, Telecinco ha sido la televisión más vista y ha basado su programación en los reality shows –a Gran Hermano le sucedieron diversas variaciones con formato similar hasta llegar a La isla de las tentaciones– y en los programas de tertulia sobre la prensa rosa. Unos programas que han terminado degenerando en una auténtica exposición de intimidades de personajes públicos con peleas familiares, uniones, separaciones… que llenaban las pantallas de horas y horas de cotilleos y de morbo social. Telecinco es el exponente europeo más claro de la denominada telebasura.

Pero el éxito del canal empezó a terminar en 2022. A lo largo de ese año, Antena 3 le fue superando en las estadísticas mensuales y logró auparse al primer puesto del ranking anual, con una audiencia media del 13,9%, mientras que Telecinco bajó al segundo puesto, con un 12,3%. En solo un ejercicio, perdió 2,6 puntos de cuota de mercado. Una caída demasiado fuerte para el que había sido el líder absoluto de la televisión en España durante el siglo XXI.

Caída de audiencia y de ingresos

Con esta situación se empiezan a suceder las noticias de cambio en la cadena, que pueden desembocar en un nuevo modelo de hacer televisión de la cadena propiedad de Silvio Berlusconi. ¿Cómo ha llegado Telecinco hasta aquí? Hay tres factores principales:

  1. Cambios en la estructura empresarial. A mediados del año pasado, la empresa Media for Europe –la antigua Mediaset–, propiedad de Silvio Berlusconi, se hizo con la mayoría del capital de su filial Mediaset España –pasó del 44% al 83% de las acciones tras lanzar una opa a los accionistas españoles–. Seis meses después, el grupo decidió despedir al consejero delegado en España. Paolo Vasile, artífice del éxito de Telecinco a través de una programación basada en la telebasura. A Vasile le ha sucedido el hombre de confianza de Berlusconi y experto gestor de televisión Alessandro Salem como consejero delegado, que acompañará al presidente, el empresario siempre vinculado a compañías italianas Borja Prado. Ambos han decidido que la cadena emprenda otro rumbo.

Programas estrella como “Sálvame” han ido perdiendo el interés de los espectadores, a pesar de hacerse cada vez más truculentos en el destripe de vidas familiares y de famosos

  1. Caída de ingresos. El descenso de la audiencia de Telecinco se ha notado en los resultados de 2022. La cadena de Mediaset redujo un 5,9% sus ingresos publicitarios durante el último ejercicio, más que el mercado, que cayó un 4,6% de media, pero sobre todo, muy por encima de su principal rival, Antena 3, que solo perdió un 1,9% de su facturación por publicidad.
  2. Pérdida del liderazgo en la televisión española. Pero la principal causa de los cambios en Telecinco es la continuada fuga de espectadores, hasta perder la primera posición en la televisión española. Es significativo que cada año, las ediciones de los reality más seguidos de la cadena –desde Gran Hermano hasta Supervivientes– hayan tenido menos audiencia que la temporada anterior, y que otros programas estrella y de los que dependía buena parte de la programación, como Sálvame, hayan ido perdiendo el interés de los espectadores a pesar de hacerse cada vez más truculentos en el destripe de vidas familiares y de famosos.

¿Desgaste del modelo o simple parón?

La pregunta que se hacen ahora los expertos es si la caída de la audiencia de Telecinco es fruto de un desgaste del modelo, lo que obliga a renovar totalmente los contenidos, o simplemente es un parón en algo que la audiencia sigue demandando –el mundo rosa, el cotilleo, los concursos sexualizados– y que volverá con el tiempo.

El diario El Mundo se ha hecho estas preguntas en un reciente reportaje. “La clave está en la crisis de audiencia que sufre la empresa desde hace casi dos años. Estos eran los cambios que tenía que emprender para poder salir del pozo”, decían al periódico expertos en el sector. Otros, como el profesor Javier Valls, miembro de la Comisión Europea de Ética de Investigación, no son de la misma opinión: “No soy optimista en pensar que Telecinco, con el pasado que tiene, pueda cambiar tan fácilmente. Si se trata del fin de una era, solo se verá con el tiempo”, afirmaba en El Mundo.

En definitiva, la cuestión es saber si el canal va a cambiar por motivos éticos y morales –como medio de comunicación tiene una función social en la que ya no caben contenidos escabrosos– o lo hace meramente por causas económicas –la caída de audiencia que le lleva a perder rentabilidad– y volverá al modelo actual si los telespectadores así lo demandaran.

La nueva dirección de Telecinco ha vetado a trece “celebrities” habituales en sus programas de cotilleo y ha prohibido las estridencias de presentadores y colaboradores

Solo lo podremos comprobar con el paso del tiempo. Pero los cambios son tan radicales, que hacen pensar que los nuevos gestores de Telecinco piensan en una televisión muy distinta de la que dirigió Paolo Vasile. Por ejemplo, el nuevo código ético de la cadena ya no permite hacer comentarios políticos en los programas que no sean informativos, en lo que se ha visto un claro toque de atención al presentador estrella de la cadena, Jorge Javier Vázquez (Sálvame). Hace unas semanas, sorprendió también por su radicalidad la prohibición de que 13 celebrities en las que se han basado los contenidos de sus programas de cotilleo volvieran a ser siquiera mencionadas en los programas de la cadena. Como también se han prohibido las estridencias de los presentadores y colaboradores de los programas durante los directos.

Cuando «La Noria» dejó de dar vueltas

No es nueva esta situación en Telecinco. Entre 2007 y 2012, la cadena tuvo en antena el buque insignia de su programación que fue La Noria, un talk show sobre temas sociales y del corazón que arrasaba en audiencia a sus competidores. En octubre de 2011, La Noria emitió una entrevista pagada con Rosalía García, la madre de El Cuco, uno de los presuntos asesinos de la joven Marta del Castillo, cuya muerte había conmocionado al país semanas antes. La emisión de la entrevista fue muy criticada, y un publicitario y bloguero, Pablo Herreros, inició desde su blog una campaña pidiendo a los anunciantes que no contrataran publicidad en el programa o él no volvería a comprar sus productos.

La campaña se hizo viral –como diríamos ahora–, La Noria empezó a perder anunciantes –y, por tanto, ingresos– y, a la vez, audiencia: en apenas un mes pasó del 18% al 13% de share. En enero de 2012, tres meses después de aquella entrevista, la sangría de ingresos por la retirada de anunciantes y la caída de audiencia provocó que Paolo Vasile –quien más había apostado por el talk show– decidiera retirarlo de la parrilla para siempre.

Entonces, los analistas de la televisión ya se hicieron la pregunta: ¿la retirada de La Noria es el fin del modelo Vasile de televisión? En estos años se ha visto que no. Telecinco ha continuado diez años más con esa forma de hacer televisión que muchos llaman telebasura.

En el caso de La Noria, Telecinco retiró un programa de su parrilla y lo hizo inducida por una exitosa campaña de un publicitario. Ahora la cosa es distinta, porque es la audiencia la que parece que se ha cansado de esos contenidos, y Mediaset empieza a notar en sus cuentas que, tras el público, también se van los anunciantes.

Sea por razones éticas o económicas, es muy posible que estemos cerca del final de la telebasura en España. O, por lo menos, de la telebasura que conocemos hoy.