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Una pareja de ancianos que vive en una pequeña isla en Hiroshima viaja a Tokio para visitar a sus tres hijos. El mayor, Koichi dirige un consultorio particular. La hija, Shigeko, es propietaria de un salón de belleza. El segundo, Shuji, diseña decorados. Los hijos quieren que sus padres se diviertan en la capital, pero al mismo tiempo están ocupados en sus trabajos, dejando que sus ancianos padres se sientan algo incómodos.

Director: Yôji Yamada

Intérpretes: Yû Aoi, Satoshi Tsumabuki, Kazuko Yoshiyuki, Yui Natsukawa, Masahiko Nishimura

Guión: Yôji Yamada, Emiko Hiramatsu

Duración: 146’

Género: Drama

Estreno: 22/11/2013

Público: +12

Valoración: ****

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 1

Acción: 2

Amor: 0

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica:

 Esta tierna película se presentó en el Festival de Berlín 2013, como el remake-homenaje a la restauración de Cuentos de Tokio (1953) de Yasujiro Ozu, considerada una de las mejores películas de la historia del cine.

El responsable de esta actualización del clásico es uno de los cineastas más destacados en Japón. Yôji Yamada, que también celebra 50 años de profesión, se ha consagrado con la “trilogía del samurái” y, además, es uno de los directores mimados por el festival berlinés.

Para este curioso ejercicio, ha escogido a uno de sus guionistas más habitual, Emiko Hiramatsu, con el que ha trazado una sosegada modernización de las eternas relaciones entre padres e hijos, expectativas y decepciones, tristezas y alegrías.

Como novedades, Yamada y Hiramatsu introducen, como telón de fondo, hechos de cronología contemporánea: la tragedia del tsunami (como causa de la muerte de un ser querido) y las consecuencias en Fukushima (como escenario del enamoramiento de la pareja más idealista).

Sin embargo, dichas novedades no cambian la esencia de las tramas, que reverberan los mismos temas que hizo brillar Ozu y refuerzan los que giran alrededor de las funestas y ridículas consecuencias de la presión por el éxito y el deber que se ejerce en la educación de los niños. Éstos, junto con los ancianos, sobre todo la abuela, una magistral Kazuko Yoshiyuki, bridan las personalidades más sensibles al cariño y la generosidad, lo que les conecta de manera especial.

Campo y ciudad, tradición y modernidad son dos binomios que basculan en unas tramas llevadas, además, con un sutil y cercano sentido del humor, en batalla con el materialismo y adicción al trabajo que absorbe a algunos de los personajes. Yamada no los presenta como malas personas, ni siquiera como hijos despiadados o sin sentimientos; se trata de seres humanos simples y algo egoístas, incapaces de renunciar a la corriente que les lleva.

Aunque la dirección no intenta emular caprichosamente la inimitable cámara y ojo de Ozu, sí que perviven algunas filmaciones a la altura del tatami, en un claro homenaje a la perspectiva nipona. Yamada se permite también cierta celebración cinéfila occidental, con la noria y la cita directa a El tercer hombre de Carol Reed.

Una gran apuesta por el cine humanista y vitalista, que sabe aunar y hacerse entender por múltiples generaciones y culturas.

Fuente: Lourdes Domingo (www.taconline.net)