Facebook está perdiendo usuarios adolescentes a una velocidad más acelerada de lo esperado.

 

Que esta red social no es la preferida de los jóvenes es un dato conocido por todos. Lo sabe también Mark Zuckerberg, y por eso compró Instagram y Whatsapp hace varios años. Ahora bien, en países como Estados Unidos, el descenso de usuarios en edades entre los 12 y los 17 años es notable.

 

Aunque este dato se refiere específicamente al país norteamericano, lo cierto es que en cuanto a consumo digital se refiere, muchas de las tendencias que nacen allí luego se propagan por el resto del mundo. Así que esta propensión a la baja podría ser solo el punto de inicio de un fenómeno de mayor alcance.

 

Sin embargo, es lógico que con esto no hablamos de una crisis de Facebook, ni mucho menos. A día de hoy, su app sigue siendo una de las más descargadas, y en números consolidados sigue siendo la red social con más usuarios en el mundo. Además, las ya mencionadas Whatsapp e Instagram viven un momento de bonanza y están reportando grandes ganancias para la empresa.

 

Lo interesante de este declive en el uso de Facebook es que nos invita a reflexionar sobre los motivos. El primero de ellos, sin duda alguna, es que hoy más que nunca existen alternativas que hacen lo mismo (mantenernos conectados con amigos y familia), pero que los adolescentes encuentran mucho más divertidas.

 

Además, Facebook tiene un hándicap importante: funciona como una especie de archivador, que guarda todo lo que ponemos dentro. Justo lo que los jóvenes no quieren hacer: sin ir más lejos, Snapchat e Instagram llevan años sin bajar del top, en parte porque permiten compartir contenido que (en principio) está destinado a desaparecer.

 

La compañía Emarketer, realizadora del estudio que arroja estos datos, predice además que durante 2018 Facebook continuará en decrecimiento entre los diferentes segmentos de la población joven:

 

  • Una caída aproximada al 9 por ciento entre usuarios menores de 11 años (en teoría, para tener una cuenta en Facebook hace falta tener al menos 13 años, pero es muy fácil saltarse esa prohibición).
  • Un descenso del 5,6 por ciento de usuarios entre 12 y 17 años.
  • Un declive similar entre adultos jóvenes (18 a 24 años).

 

Al mismo tiempo, estos datos nos mueven a poner atención en las aplicaciones y redes sociales que están siendo el destino de esa “migración”. Una de ellas era la popular Sarahah, una aplicación que permitía a los jóvenes enviarse mensajes anónimos, y que hace poco fue retirada de las app store por graves denuncias de bullying.

 

¿Qué oportunidad ofrecen estos datos para los padres y educadores? Entre otras muchas, estas dos:

 

  • No al desconsuelo: las redes sociales no son una diversión infalible. Los informes que a veces reciben los padres sobre las muchas horas que pasan los jóvenes con sus móviles o delante de las pantallas, pueden provocar que alguno se sienta abrumado. La verdad es que, como demuestra Facebook, el mundo digital necesita reinventarse todo el tiempo para entretener a sus usuarios. Esta exigencia puede ser la ocasión para hablar con los jóvenes y proponerles otras alternativas para pasar el tiempo, que pueden ser mucho más enriquecedoras a largo plazo: lectura, deporte, tiempo en familia, etcétera.
  • La posibilidad de conocer dónde están los jóvenes. Saber que los hijos no están pasando el tiempo en Facebook (aunque tengan una cuenta) implica saber que están en algún otro lado. ¿Dónde? Depende de cada uno. La mejor manera de saberlo es preguntando. Y preguntar puede ser el primer paso para suscitar un diálogo con los hijos que sea fructífero para ambas partes.