El festín de Babette (1987)

Celuloide suculento

Celuloide suculento

Deliciosa adaptación de un cuento de Isak Dinesen (pseudónimo de Karen Blixen). Ambientado en Jutlandia, Dinamarca, a mediados del siglo XIX, la historia transcurre en una pequeña comunidad costera de pescadores donde el pastor luterano, viudo y padre de dos hermosas jóvenes, Martina y Filippa –llamadas así en honor de Lutero y Belinchon–, sirve de inspiración y guía espiritual, de modo muy riguroso. Ello impide que prosperen los cortejos de mozos enamoradizos, o la carrera musical de una de ellas, dotada de una prodigiosa voz. Pasado el tiempo el pastor ha muerto, y las hijas, ya casi ancianas, continúan con sus obras espirituales y de caridad, aunque el disenso empieza a reinar entre sus correligionarios. La llegada de una viuda francesa, que huye de las calamidades revolucionarias en su país, tendrá una influencia benéfica en su nuevo hogar, donde ejerce de sirvienta, sobre todo cuando se acerca el centenario del pastor, que van a celebrar con un espléndido festín.

La narración de El festín de Babette, más profunda de lo que parece a simple vista, contrapone dos modos opuestos de encarar la existencia, aun dentro de la buena voluntad de ambas: la visión católica y la protestante. Se trata de un verdadero canto a la «joie de vivre», y a la realidad de que el ser humano está compuesto de cuerpo y alma, y ambos pueden gozar de las cosas buenas de la Tierra. Cuestiones como la comprensión, la apertura de mente, el amor y el perdón están bien presentes, y vienen facilitadas por algo en aparente tan prosaico como una buena comida.

Toda la trama de El festín de Babette se encamina al momento climático de la cena, una celebración culinaria en que el paladar y el espíritu pueden gozar sobremanera. En esos pasajes convive un fino sentido del humor con la emoción más genuina, para subrayar que el trabajo bien hecho puede convertirse en arte, y que las renuncias de este mundo bien llevadas tendrán su recompensa en el banquete del reino de los cielos. El reparto es magnífico, con rostros quizá poco conocidos a excepción de la bergmaniana Bibi Andersson y la prestigiosa actriz francesa Stéphane Audran. El film ganó el Oscar a la mejor cinta extranjera con toda justicia. Curiosamente su director, Gabriel Axel, no ha descollado después y apenas ha hecho películas, la más conocida de las cuales es La verdadera historia de Hamlet, príncipe de Dinamarca.