Numerosos estudios vinculan el abuso del móvil con el aumento de problemas de salud mental

Los suicidios en adolescentes y jóvenes se han multiplicado por 4,5 en 20 años

SARA MEDIALDEA – https://www.abc.es/
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Sólo hay que coger una cajetilla de tabaco para conocer, por los textos y fotos que luce, que contiene una sustancia nociva para la salud. Pero un móvil o una tableta son elementos aparentemente neutros, cuyo mal uso o abuso puede tener terribles consecuencias sobre los menores. Los profesionales sanitarios están alarmados por una situación que, literalmente, se les va de las manos. Así lo denunciaba ayer la Unión Interprofesional de la Comunidad de Madrid, que agrupa a 175.000 profesionales que ejercen actividades sanitarias en la región, y a 400.000 colegiados.

Lo primero que manifiestan es que allí «nadie está en contra de la tecnología», pero si alertan sobre los efectos directos entre el abuso de smartphones y la enfermedad mental en menores: adicción a las apuestas, uso de pornografía, incremento de ingresos psiquiátricos y tasas de suicidios cada vez mayores entre adolescentes y jóvenes. Tienen claras las soluciones: hay que tomar medidas como en cualquier adicción, algo que no será ni fácil ni popular. Y que tiene que involucrar a los gobiernos y también a las grandes compañías tecnológicas.

Para centrar el problema, nada mejor que una imagen: la llegada del hombre a la Luna. «Eso fue , hace 54 años; hoy, un niño tiene en sus manos un móvil miles de veces más potente que el ordenador de la NASA que llevó al hombre allí», explica Marisol Ucha, presidenta del Colegio de Odontología y portavoz de la Comisión de Sanidad de la Unión Profesional. El daño que causa el abuso de las pantallas está vinculado a su diseño, «mediante algoritmos adictivos; son una droga digital». «Estamos ante una crisis juvenil grave, y extendida por causas evitables», alerta Luisa González, vicepresidenta del Colegio Oficial de Médicos de Madrid.

El problema no comenzó con la pandemia y el encierro obligado de todos en casa, sino «de antes, de cuando el smartphone pasó al bolsillo de los jóvenes». Y lo que provoca su abuso es tremendo: «Depresión, ansiedad, aumento de autolesiones, irritabilidad, búsqueda del estímulo constante, disminución de la comprensión lectora, cambios conductuales como miedo a perderse algo, deterioro de las relaciones personales, un mayor consumo de psicofármacos en menores, aumento de los ingresos en urgencias y en plantas psiquiátricas infanto-juveniles»… Provoca «daños cuantificables» y es «un problema de salud pública, que en Estados Unidos consideran ya una catástrofe juvenil».

Lucía Gallego, psiquiatra, pone cara a la situación: «El primer joven que vi ayer por la tarde en mi consulta tenía 20 años, y lloraba para que le quitaran el móvil: había gastado en pocos meses 12.000 euros de sus padres en apuestas deportivas». Los adolescentes viven «una epidemia de soledad», la generación Z «está hipervinculada en el mundo virtual, pero socialmente desconectada». El abuso de dispositivos electrónicos lo complica más aún: «Está comprobada la relación entre el uso de pantallas, la depresión y las autolesiones; con más de tres horas de uso de pantallas al día, ya hay más autolesiones». Ahora se dan más de un 16 por ciento de estas autolesiones entre adolescentes; «nunca se había vivido algo así».

Porno y agresiones

La sucesión de estudios sobre el tema no hace sino confirmar la tesis: «La adicción a la pornografía ha pasado entre menores del 0,2 al 12,3 por ciento; entre los 13 y los 17 años, un 60 por ciento de los niños y un 11 por ciento de las niñas utilizan internet para actividades sexuales». Y el dato «espeluznante», según sus propias palabras, lo da el estudio de la Fundación ANAR, que atiende telefónicamente a miles y miles de niños con problemas: «Las agresiones sexuales en manada entre menores aumentan, pasando del 2,1 por ciento en 2018 al 10,9 en 2021».

«Estamos muy alarmados por esta situación», corrobora Mercedes Bermejo, psicóloga sanitaria: se encuentra un abuso de la tecnología por medio cuando hay problemas de comportamiento o vinculados con la Fiscalía de Menores. Y aunque todos pongan el acento en la familia -hay que dedicar tiempo de calidad a los niños, hablar mucho con ellos-, Bermejo también dispara en otras direcciones: «Es importantísimo legislar». Como recuerda, «no pudimos educar para no consumir heroína, o con el uso de cascos en las motos, o con los accidentes de tráfico: hubo que regular y legislar para evitarlo». Si se ponen multas por vender alcohol a menores, se pregunta, «¿porqué hay menores dándose de alta en redes sociales y no hay responsabilidad». La reciente Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea incluso baja de 16 a 13 años la edad mínima para usar WhatsApp». En su opinión, «hay que poner el foco en los gigantes tecnológicos».

Siete horas al día

Porque lo preocupante de este fenómeno es que «los adolescentes dedican más de 7 horas al día a las tecnologías. Su vida no es la real, sino la virtual: los rankings, sus avatares … luego, en la vida real tienen problemas, y no quieren estar en ella».

Las redes no sólo aíslan, sino que también les vuelven «hipersensibles al feedback; están muy preocupados por lo que opinen de ellos». La subida del porcentaje de suicidios es una dramática realidad. Y aquí internet aparece también como herramienta: «Pacientes mías han conseguido saber cómo suicidarse más eficazmente gracias a las redes sociales», explica Bermejo.

María Ramírez es enfermera de salud mental del dispositivo de adicciones comportamentales del Hospital Gregorio Marañón. «Lo más que vemos son adicciones al juego y las apuestas, al sexo, a las compras, y a la tecnología. En 2023 solicitaron ayuda 99 familias de menores y 59 adolescentes ‘tardíos’, de 18 a 21 años. «Veo chavales con 20 y 21 años y deudas acumuladas de hasta 30.000 euros; robos en la familia, y hasta suplantación de de identidad para conseguir créditos». En las consultas, «trastornos de alimentación en niñas, y problemas de descanso: juegan por la noche, con gente de otros países que tienen diferentes husos horarios», y a los que sólo conocen virtualmente. «Las relaciones familiares están rotas; los padres están desbordados y no saben qué hacer».

Enfermeras asustadas

Es más, asegura que «en Atención Primaria, las enfermeras están asustadas, porque cuando hacen las revisiones del niño sano, se ve ya que las tecnologías son un problema para niños de 14 años, y de 11, y de menos». Es el campo en que se mueve Yolanda Martín, pediatra de Atención Primaria en el centro de salud Goya, que recuerda que «la tecnología llega al menor en el seno de la familia: me llegan a la consulta con un bebé y le dan el móvil como elemento pacificador, para que no llore. Pero el lactante debe llorar, no pasa nada porque llore en la consulta». Los más mayorcitos ya entran directamente con su smartphone en la consulta «y hay que decirles que lo dejen».

Más allá de que el mal uso de la tecnología pueda afectar al neurodesarrollo de los menores, también es motivo de preocupación porque «puede cronificar patologías: problemas de sueño, obesidad y sobrepeso». Lo recogía el reciente Estudio Pasos: uno de cada tres tienen sobrepeso, el 50 por ciento no cumple las horas de sueño; los menores usan pantallas más de tres horas al día entre semana y cinco horas los fines de semana…

Desde hace unos meses, funciona en Madrid la Asociación de Adolescencia Libre de Móviles. Su vicepresidenta, Tamar Awad, propone «un pacto de familias para retrasar la llegada del primer smartphone». Según sus propias encuestas, más del 60 por ciento de las familias creen que el móvil no debería tenerse antes de los 16 años, pero luego cuatro de cada cinco alumnos lo tienen a los 12. Awad también alerta del incremento en el uso de pantallas como herramienta de enseñanza. «Hay padres atemorizados porque desde los 9 años, desde 4º de Primaria, se sustituyen los libros de texto por tabletas».

Luisa González, vicepresidenta del Colegio de Médicos de Madrid, desgrana una batería de soluciones: lo primero y más urgente, «quitarles de la mano la ‘petaca’, que es el smartphone», y luego, pone el acento en varios puntos. Primero, «la importancia del ejemplo; los niños repiten lo que hacemos». Segundo, «hace falta un código de circulación en internet, como lo hay para conducir». Tercero, «el toque de queda digital: a las doce de la noche, se apaga el router». Son, reconoce, «medidas incómodas», porque como adictos, hay que desengancharlos: «De 0 a 6, cero pantallas; en Primaria, 30 minutos máximos de pantalla al día y para el aprendizaje; en la ESO de una a dos horas diarias, pero para aprendizaje e incluso sin conexión a internet».