Lejos de erradicarse, las actitudes que derivan en violencia de género están aumentando entre los jóvenes, hasta tal punto que la última campaña del Ministerio está dirigida a las víctimas adolescentes. María Jesús Nieto, presidenta de la Asociación Madrileña de Terapia de Pareja y Familia ve el origen en el tipo de sociedad que hemos creado y en cómo se ha educado a esos jóvenes. “Vivimos en una sociedad adolescente, donde la imagen vale más que los valores. Todo es inmediato y la poca tolerancia a la frustración y la falta de autodominio son dos de los ingredientes fundamentales, tanto en chicos como en chicas, que tiene un maltratador”. Las personas celosas tienen una baja imagen de sí mismas y son violentas porque no saben manejar su imagen de otra forma. Piensan que sólo son capaces de tener el control de la situación con la violencia. Por su parte, a las víctimas esto les hace sentir bien porque les hace creer que son importantes para la otra persona. Nieto explica que “son unas lecturas muy distorsionadas de lo que son las relaciones y lo que es ser importante para una persona y lo que es la identidad. Al final lo que encontramos son jóvenes con un problema importante de identidad”. Esta distorsión viene dada por la falta de autoestima tanto de los chicos agresivos como de las chicas víctimas de estas relaciones, fruto de una Educación en la que no han tenido límites. Si el joven no ha sentido respeto, porque no ha habido figuras que hayan puesto límites o normas con las que se sienta seguro, se habrá propiciado una falta de identidad. Esta carencia se suple comprando, saliendo, bebiendo… Al final la identidad se la pide al grupo cuando la tendría que haber dado la educación y la familia. Las redes sociales han calado tanto porque vivimos en una profunda soledad tanto del hombre como de la mujer como de los hijos. Cada uno tiene que encontrarse como puede.

 

Frustración

Javier Urra, psicoterapeuta y primer Defensor del Menor, defiende que “hay que feminizar la sociedad, propiciar la sensibilidad y estimular la empatía”. Hay que enseñar a los niños a mostrar los sentimientos, sobre todo a los varones y aprender a mirarnos en los ojos de los otros. Urra ve imprescindible fortalecer al hijo, se debe educar a los niños para que tengan ‘airbargs’ ante los zarpazos de la vida que les permitan ser adaptables, flexibles y relativizar. “Es esencial que conozcan el dolor y la muerte, un niño de nueve años debe ir al funeral de un abuelo por ejemplo”. El niño cuando es pequeño tiene un narcisismo primario – explica María Jesús Nieto-, es el principio del placer, ahora quiero esto, luego lo otro. Un padre y una madre, juntos, tienen que educar a ese niño para que aprenda que las cosas no son cuando él quiere, y esto es el principio de la frustración. “Aunque yo desee una cosa no la puedo tener inmediatamente”, concluye Nieto.

 

Autodominio

Hay que educar el autodominio porque del amor al odio hay un paso y, este hay que educarlo. El niño que no tiene autocontrol, que lo quiere aquí y ahora, tendrá problemas en el futuro. Urra pone un ejemplo muy cotidiano: “el niño que sale del colegio y la mamá le ha traído un bocadillo de jamón y lo tira porque lo quería de queso. Como esa madre lo admita acabará teniendo un problemón”.

Hay una tolerancia a la violencia entre los jóvenes, advierte Nieto. Pero cuando los padres cogen la autoridad, aún cuando el joven sea violento, la conducta se corta. “Y la autoridad se coge de forma muy sencilla: no teniendo miedo a tu hijo.” Si están de acuerdo los padres, al chaval le puede costar más o menos pero al final cambia. A veces, en la intervención con adolescentes, el problema permanece cuando los padres no admiten que ellos tienen que hacer también cambios.

Estamos en una sociedad que ha cambiado los roles en una sola generación y esto ha causado unos desajustes cuya consecuencia se palpa en los niños y jóvenes que han educado. En muchos casos no se actúa como pareja, los adultos no forman equipo y tienden a culpabilizarse. Actualmente, el problema es que los hijos tienen el poder dentro de la familia porque se han situado por encima de los padres. La presidenta de la Asociación Madrileña de Terapia de Pareja y Familia plantea que hay que ayudar a esos padres a que vuelvan a retomar la autoridad frente a sus hijos para lo que es fundamental que se ponga de acuerdo y encuentren un nuevo equilibrio. “Cuando se trabaja con la pareja el adolescente deja de dar problemas porque se le quita el poder.

 

Firma: Eva Carrasco