No importa que el actor esté más arrugado, que haya tenido un mal día o que se haya hecho un chichón accidental. No importa incluso si ha muerto realmente. Para estos “inconvenientes”, Hollywood se ha dotado de las herramientas necesarias, en particular, de las denominadas Imágenes Generadas por Ordenador (CGI, por sus siglas en inglés).

Un reciente artículo de BBC sobre el tema, apuntaba que, gracias a la tecnología, al espectador le es cada vez más difícil reparar en el aspecto físico real de las figuras en pantalla y el que poseen en la vida real. Gracias los avanzados medios informáticos, la belleza y fuente de la eterna juventud que no encontró Ponce de León, la tienen a la mano algunos de actores y actrices de más renombre.

El menú que ofrecen las herramientas digitales es amplísimo, y lo mismo permite borrar de los rostros y cuerpos de las “stars” cualquier imperfección que el bisturí, la dieta, los implantes de variado tipo o las destrezas del maquillista no llegaron a eliminar.

Según el reporte, las sesiones de edición en que se eliminan estas “pequeñeces antiestéticas” cuestan decenas de miles de dólares, y hacen “desaparecer” arrugas, celulitis, bolsas en los ojos, manchas o granos. Una “belleza digital” de la que, dice BBC, actores, directores y estudios prefieren no hablar.

Uno de los que puso el dedo en la llaga fue el periodista Josh Dickey, de la publicación estadounidense Mashable, quien pudo conversar con especialistas en estos trajines estético-tecnológicos y enterarse de las diversas maneras en que los actores escapan al asedio de los años, de los surcos de la piel y de la grasa abdominal. Algo que no ha podido revelar, sin embargo, ha sido el nombre de los intérpretes a los que el ordenador hace los mayores favores, toda vez que las empresas contratadas para “e-maquillarlos” firman cláusulas de confidencialidad sobre sus identidades, y ya se sabe cuán rápido se activan los resortes judiciales en EE.UU, si alguien quebranta un compromiso legal.

“En todos los años en los que me había dedicado a cubrir noticias del mundo del entretenimiento, nunca había oído hablar de estas técnicas”, confesó Dickey a la cadena británica, a la que añadió que fue un amigo actor el que le contó en 2010 cómo fue que, por medio de esas técnicas, logró acceder a un papel en un guion de su interés. ”Los productores –narra– pensaban que era demasiado viejo para el papel. Entonces le propusieron utilizar una de las compañías que se dedican a la belleza digital para quitarle unos años de encima”.

Con este punto de partida, Dickey se sumergió en el tema para sacarlo adelante sobre el papel, pero se pasó tres años nadando a contracorriente “por la dificultad de encontrar entrevistados que quisieran hablar”.

Según explica, las grandes “transformaciones” digitales no tienen lugar en ninguno de esas monumentales naves de filmación de Hollywood, sino en pequeñas oficinas, en sitios bastante discretos, aunque no tanto como para que sus principales clientes, entre ellos algunos “peces gordos” de la gran pantalla, no den con ellos.

El despertar a las potencialidades “embellecedoras” del ordenador tuvo lugar, según Dickey, a raíz de la filmación y estreno de “El curioso caso de Benjamin Button”, en la que el personaje interpretado por Brad Pitt experimenta un rejuvenecimiento en la pantalla. De sus 44 años reales, pasó a “tener” unos 20, por obra y gracia de la edición digital.

Fue el despegue: “Los intérpretes mejor pagados (…) empezaron a utilizar las técnicas de belleza digital, ya que al principio era muy caro”. El reportero explica que, una vez obtenidas las tomas, los actores concernidos se sientan en la sala de edición con los especialistas para hacer los “arreglos” de rigor y eliminar cualquier imperfección. Por no dejar de hacer, se ha llegado a colocar el rostro de una famosa actriz en el cuerpo de una doble.

Desde luego, que tendría mucho trigo la prensa rosa si se enterara de las personas, sitios y procedimientos exactos, por lo qie la discreción es fundamental. “A las estrellas que utilizan estas técnicas les parecería horrible que se supiera que han sido retocadas digitalmente”, afirma Dickey. Aunque es asumible que en cualquier momento saltará alguna liebre, toda vez que el presidente del consejo de la Sociedad Estadounidense de Efectos Visuales, Mike Chambers, asegura que el empleo de estos retoques  se ha “disparado en el los últimos cinco o seis años”. Si hay ya un catálogo de compañías especializadas en estos procesos, es que hay “mercado”.

El ejecutivo explicó a la BBC que las alteraciones digitales ocurren muchas veces cuando está todo filmado. “Por ejemplo, en un primer plano a una actriz se le ve una mancha en la frente y eso se ha de eliminar”. De modo que si a veces son los artistas los primeros descontentos y los que se creen urgidos de que el ordenador haga algo por ellos, en otras son los directores los que toman la decisión de hacerlo.

Según Chambers, los programas que se utilizan para los retoques de belleza digitales “parten de un concepto parecido al del Photoshop”, y los actores los agradecen porque “la juventud en Hollywood es muy importante”. Pero si el uso del citado programa por las revistas del corazón o las imágenes publicitarias comerciales ya ha sido objeto de debate, la polémica sobre las modificaciones digitales de la figura en la gran pantalla no ha dado comienzo aún. Cuando se inicie, uno de los aspectos más controvertidos será la irrealidad de las formas de ciertos personajes que son conocidos por los niños.

A este respecto, la psicóloga Vivian Diller cree importante que los espectadores sepan diferenciar la realidad de lo que ven en el cine (precisamente lo que los actores obsesionados con la “eterna juventud” y el “cuerpo perfecto” no quieren que se advierta), y así no tendrán  “un concepto de belleza distorsionado”, o sea, el que proponen las “perfectas creaciones” de Hollywood.

“Sucede incluso con las películas de animación”, añade Diller. “Si uno toma por ejemplo ‘Frozen’, su protagonista tiene una cintura irrealmente fina, y son los niños los que ven esas imágenes (…) Sabemos que hay una epidemia de trastornos relacionados con la percepción de la imagen que se tiene de uno mismo. La obsesión actual por la belleza puede tener algo que ver con ello y puede tener un efecto en los adolescentes, cuyos cerebros se están desarrollando y están rodeados de imágenes que presentan un ideal inalcanzable”.

Permitámonos quizás citar al famoso personaje creado por Saint Exupery: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Sí, cierto, pero vale añadir que “gracias” a la tecnología, no es solo lo “esencial” lo que se nos esconde.

 

Firma: Aceprensa