Cada vez son más estudiados los efectos psicológicos y en el comportamiento que produce la imagen de la persona convertida en objeto sexual a través de los medios de comunicación. Algo que se transmite especialmente mediante la ropa, los mensajes y las poses de los protagonistas de anuncios, videoclips, pasarelas o series de televisión. Este fenómeno no afecta solo a la mujer, sino en la última década también a las niñas. Algunas iniciativas apuntan a una concienciación real y eficaz.

Los efectos dañinos no solo se estriban en convertir a niñas en adultas sino también en infantilizar a mujeres mayores. En este sentido, ha llamado la atención que el organismo británico regulador de la publicidad retirase la imagen de la marca American Apparel donde una modelo de apariencia infantil (aunque era mayor de edad) mostraba un body-tanga en el catálogo online de la marca. El argumento utilizado para prohibir la imagen ha sido “los valores simbólicos que se transmiten e interpretan quienes reciben el mensaje”: las poses de la modelo “llevan a una excesiva sexualización de alguien no adulto”. Esta tendencia a sexualizar a los menores es una constante de la firma, que ha utilizado anteriormente desnudos y posados sexuales, y ha jugado con el rol de adulta-niña por mostrar la ropa interior de mujeres bajo minifaldas de estilo escolar.

No es la primera campaña retirada por iniciativa ciudadana en Reino Unido, donde trabajan conjunta y eficazmente los organismos éticos con ciudadanos, la industria de la moda y los publicitarios. Fue el caso de la imagen del perfume Oh Lola! de Marc Jacobs, donde una Dakota Fanning de 17 años vestía un atuendo corto y adoptaba una postura sexualmente sugerente.

¿En qué criterios nos podemos fijar para determinar qué hace a un niño (antes de los 13) un ser que destaca por sus valores sexuales? Los académicos americanos Graff, Munen y Krause analizan en un artículo el incremento de características que sexualizan a las niñas, como son la ropa ajustada, que destaca el pecho, escotada, de estilo lencero, estampado animal o muy corta; los accesorios; tacones; mechas… Sus autores observan a la par la reducción de características infantiles (peinado recogido, zapatos planos y colores claros) en las revista de preadolescentes Girl’s Life desde 1994 hasta 2011 en Estados Unidos. Como consecuencia, los autores concluyen que estas imágenes suponen una limitación en la autoestima de las niñas y en la percepción de que son menos competentes y animan a desarrollar en ellas una respuesta crítica a los mensajes sexualizantes. Está comprobado que quienes tienen mayor formación basan menos su autoestima en la apariencia.

El documental emitido por ABC News Too sexy, too soon estima un gasto de 43.000 millones anualmente en EE.UU. en productos para niñas de 8 a 12 años, como pueden ser los de la línea Pink de Victoria’s Secret. En el camino de aprender la forma en la que quererse y sentirse queridas, no faltan los reportajes que destacan las tendencias (minis, transparencias, smoking superescotado) y les empujan a destacar en el aspecto sexual.

Sin embargo, la moda, como el cine, ha sabido reflejar los conflictos y derivar las moralejas oportunas. La modelo Cameron Russell apunta hoy soluciones en la charla TED que se convirtió en un éxito viral. Allí aparece con un vestido minifalda y tacones. Reconoce que está nerviosa, mientras se pone una falda más larga, un suéter encima de lo que ya no parece un vestido sino una combinación y cambia los tacones por unas bailarinas. Y advierte: “La moda es superficial y tiene gran impacto en nuestras vidas” (…) “Mi industria llama sexy a una persona agraciada en la lotería genética: alta, blanca, delgada (…) Ni siquiera me había desarrollado cuando hacía reportajes en bikini (…) Las modelos son las personas físicamente más inseguras”.

Y producirá el cambio de mentalidad necesario para que los jóvenes aprendan a ver el cuerpo no como una barrera a la persona (representándola de manera ridícula, sexista, degradada e incapaz de razonar), sino como una pasarela hacia otros valores: inteligencia, simpatía, amabilidad: “lo que realmente quieren las personas reales”.

Firma: Carmen Llovet