Ficha: 126 min. | Biográfico | Drama Público apropiado: Jóvenes-adultos Año: 2016 País: Bélgica, Reino Unido Dirección: Terence Davies Intérpretes: Cynthia Nixon, Jennifer Ehle, Duncan Duff, Keith Carradine, Jodhi May, Joanna Bacon, Catherine Bailey, Emma Bell No estamos ante un biopic al uso, aunque Terence Davies ofrece sin duda una visión muy completa de la poetisa estadounidense Emily Dickinson (1830-1886). El cineasta británico tiene la virtud de hacer viajar al espectador en el tiempo, nos introduce en una época y contexto sociales, sin manipular con una visión contemporánea y anacrónica. Y, paradoja, encuentra lo que su alma sensible de artista tiene en común con Dickinson, la búsqueda de la belleza en un mundo a veces desagradable, y la rebelión contra las religiones organizadas para optar por una versión personal de la búsqueda de la trascendencia: no por casualidad Davies al presentar su película decía ser un ex católico al que Dios había ayudado a llevar a buen término su trabajo. Y la escena de arranque, en que Dickinson va a contracorriente en una escuela evangélica de señoritas, sería un ejemplo de esa conexión. La película, de gran riqueza antropológica y estéticamente muy bella, sigue al personaje, omnipresente no sólo físicamente, sino con sus poemas, muy bien insertados en la narración con la voz en off de la protagonista, interpretada con maestría por Cynthia Nixon. Y sorprende cómo esta mujer de gran carácter, nunca se casó y vivió cuidando a sus padres. El marco de la narración, la casa familiar de Massachusetts, con los encuadres y la iluminación, es un personaje más, de poderosa presencia, Davies siempre ha sido un gran creador de atmósferas, ya desde sus primeros y grandes títulos personalísimos Voces distantes y El largo día se acaba. Y allí, en ese lugar, vemos a Emily, destilando ingenio, logrando gracias a la influencia paterna que le publiquen en un periódico, en un mundo de hombres. La relación con sus dos hermanos, con el nuevo pastor de la iglesia, con una amiga que sigue el camino del matrimonio. La autoexigencia personal de la poetisa está muy bien reflejada, y también su sufrimiento, por la enfermedad personal y ajena, pero también por los defectos que observa en los demás, y que la aproximan a la intolerancia, no soporta ver bajezas morales en los otros, aunque sus reacciones tampoco resulten ejemplares. Firma: José María Aresté