Ficha:  100 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes Año: 2016 País: Francia, Reino Unido. Dirección: Ken Loach Intérpretes: Dave Johns, Hayley Squires, Briana Shann, Dylan McKiernan, Micky McGregor, Sharon Percy En dos ocasiones ha ganado Ken Loach la Palma de Oro en Cannes, después de concurrir y ganar premios en otras ocasiones en ese certamen. Con El viento que agita la cebada quizá quisieron asegurar que al fin se llevaba el premio gordo del Festival, pues no se trataba de su mejor película, ni de las más definitorias de su filmografía. En cambio Yo, Daniel Blake, cuyo guión firma su colaborador habitual, Paul Laverty, podemos asegurar que es un título Loach al cien por cien, con muchas de sus mejores virtudes y también con algunas de sus debilidades, cuyo tema de fondo es la dignidad humana que se sobrepone a mil y un obstáculos de una sociedad deshumanizada. Sigue las tribulaciones del personaje mencionado en el título, Daniel Blake, viudo cercano a los sesenta años, buen profesional como carpintero, pero que recientemente sufrió un ataque al corazón. A las dificultades burocráticas para el reconocimiento de una minusvalía que avala su médico, se suma la dificultad de acceder a otra vía para obtener un subsidio, la del paro. Blake se enfrenta a una máquina funcionarial deshumanizada, que lejos de dar seguridad social, aplasta a las personas atendiéndolas malamente, o dando por supuesto que todos han de ser expertos en el manejo de herramientas informáticas u otros métodos que las “bondades” de la vida moderna nos han traído. Aunque estas dificultades pesan, el buen corazón de Blake sigue estando dispuesto a ayudar a la gente con la que se topa, como el es caso de una joven madre soltera, recién llegada desde Londres a Newscastle, y que tiene que sacar adelante a dos criaturas en medio de grandes dificultades. El espectador empatiza enseguida con el protagonista y los obstáculos que debe sortear en su vida cotidiana, porque cualquiera ha conocido situaciones kafkianas de estilo parecido. Loach y Laverty hablan del buen fondo de las personas, pero también de lo fácilmente que podemos caer en la depresión o en la miseria material y espiritual, por las trabas de un ambiente social adverso, un sistema que no piensa en las personas, considerándolas puro número. La narración funciona, los actores, empezando por Dave Johns, hacen muy bien su trabajo. Quizá le pesa un poco al film cierto maniqueísmo, o cargar un poco las tintas de un modo fatalista con un truco final previsible, justificable, tal vez, pero que se ve venir a la legua. En cualquier caso es un film que hace pensar, y que invita a construir entre todos, personalmente, una sociedad más justa. Firma: José María Aresté