Título original: Mielensäpahoittaja
Género: Drama
Año de producción: 2014
Publico: +16
Duración: 104′
País: Finlandia
El gruñón es una agradable sorpresa. Basada en un personaje creado por el novelista finés Tuomas Kyrö, recrea con finura, belleza y un toque agridulce, la realidad interior de un hombre que experimenta el paso del tiempo y lidia desconcertado con todos los recuerdos, culpas, triunfos y resignaciones que le asaltan en el ocaso de su vida.
La película se vende como una comedia de contrastes. Una especie de La ciudad no es para mí, de Paco Martínez Soria, pero a la finlandesa: más cascarrabias y varios grados bajo cero. Sin embargo, y admitiendo que es simpática y que en más de un momento arranca la carcajada, el calado de la historia la aleja de la simple comedia y nos sumerge con maestría en la personalidad del protagonista.
Su incontinencia verbal, la constante crítica al entorno, su mentalidad machista y ranciamente tradicional revelan su dificultad para adaptarse a unos tiempos que, por mucho que los deteste y quiera alejarse de ellos, no dejan de ser los suyos, los que en ese momento le toca vivir.
Enfrentarse al ataque de la modernidad le hace replantearse sus errores del pasado y a pesar de su negativa a asumirlos, el amor por su mujer y la sincera preocupación por el bienestar de la familia irán calando en su modo de actuar y de plantearse la vida.
Dome Karukoski, director y guionista, tiene la delicadeza de no tomar partido. Muestra a un viejo anticuado y gruñón, pero cuyas sentencias muchas veces están cargadas de sentido común. Deja que sean los propios protagonistas los que peleen por sus diferencias y lleguen a un punto y seguido; a un nuevo comienzo que, seguramente, traerá también aciertos y errores. Karukoski no juzga ni adoctrina, simplemente (y no es tan fácil) mira con cariño a todos los personajes y nos muestra lo que ve.
Para hacernos llegar todos esos matices se apoya en un montaje valiente que inserta documentos antiguos y flash-backs para facilitarnos entrar en el universo del gruñón. Gracias a una poderosa fotografía, Karukoski consigue crear una atmosfera donde es fácil sentir el frío y la soledad del campo y la aséptica perfección de la modernidad.
Y a modo de metrónomo que marque el compás de los pensamientos del gruñón, el recurso de la reiteración le dota de emoción y profundidad: el camino nebuloso en la partida y soleado en el regreso. Una bellísima metáfora para una gran historia y una magnífica película.
Firma: Esther Rodríguez