Si en lugar de tener sus cimientos en internet tendría los pies clavados en suelo firme, el mapamundi tendría que apretarse para dar cabida a un nuevo miembro de considerable tamaño. Facebook alcanzó ayer la rutilante cifra de mil millones de usuarios registrados.

En el utópico caso de agruparlos todos bajo el paraguas de un único Estado, el censo del mismo solo sería superado por gigantes demográficos como China y la India. Cualquier indicador que se tome para medir la actividad acumulada en la red social durante ocho años de vida refuerza la imagen titánica e inabarcable del proyecto. Desde 2005 se han subido más de 265.000 millones de imágenes. En poco más de cuarenta meses, se ha pinchado “me gusta” en 1.100 billones de ocasiones. Y en el último curso ya ha dado cuenta de tantas canciones como para sumar 210.000 años de música ininterrumpida.

Sin embargo, el ‘Gobierno’ de Mark Zuckerberg se enfrenta al mismo problema que un buen puñado de economías nacionales de la Vieja Europa: el escepticismo de los inversores. Lejos de ser un combustible que permita una cotización de altos vuelos, los mil millones de usuarios de Facebook parecen ser un fuselaje de difícil gestión tanto en el plano financiero como para la gestión de la comunidad. En lo que concierne a este último ámbito, la dirección maneja cada vez una parroquia más amplia y experimentada.

Resulta complicado encontrar un punto de consenso entre tanto perfil. Solo hay que recordar las críticas sobre el rediseño y el ‘Timeline’, que la semana pasada volvió a desencadenar una fuerte controversia. El salto definitivo a esta interfaz provocó que millones de comentarios escritos hace meses o años fuesen de fácil consulta, lo que acabó costando una investigación por parte de las autoridades francesas para comprobar si la plataforma volvía a tener grietas en su política de privacidad.

Pero el desapego con la comunidad no parece un asunto de primer orden en Wall Street. Allí lo que realmente importa es que el balance de la cuenta corriente sea lo más verde posible. A la hora de cotizar al alza o a la baja los beneficios priman por encima de aspectos como la usabilidad o la intimidad.

Los nuevos registros son importantes, pero pierden fuerza de convicción cuando no queda claro cuánto dinero aporta cada uno de ellos a la caja y la receta para llevarlo a cabo no está definida. Esa es la máxima preocupación de los accionistas de la compañía californiana y los candidatos a engrosar este colectivo, que han castigado los títulos de Facebook en varias ocasiones desde su estreno en el NASDAQ allá por el mes de mayo.

Ayer recibieron los nuevos datos con apenas una subida del 0,50% dejando cada participación bordeando los 22 dólares. Un valor distanciado de la depresión del mínimo de 17,55 dólares pero que se sitúa mucho más lejos del tope de 45 dólares que se llegó a pagar por ellas.

 

Una ‘egotasa’

Con el modelo de la publicidad en un constante debate que parece lejos de solucionarse, la empresa ha anunciado importantes novedades con el fin de dinamizar los ingresos. La última medida, anunciada el jueves, será la implantación de una ‘egotasa’ que permitirá promocionar publicaciones entre los contactos. Es decir, que el veredicto de la última juerga o la foto de la cena de empresa subida a la red por una persona que pague este peaje aparecerán por encima de los contenidos de aquellos que no lo hagan en la página de novedades.

Más allá de esta nueva funcionalidad, la plataforma también ha anunciado un servicio para la compra y envío de regalos. Y nada de cheques virtuales o cabezas de ganado para el ‘Farmville’. La nueva aplicación de comercio electrónico permite adquirir desde ropa hasta dulces, así como llaveros y ‘pendrives’. El servicio, disponible en Estados Unidos de momento, pretende explotar la situación de que la red social se ha convertido en una forma cada vez más habitual para felicitar -y recordar- los cumpleaños.

Fuente: www.vadejuegos.com