Bestias del sur salvaje (2012)

Mantenerse a flote

Mantenerse a flote

Bestias del sur salvaje es un cuento fascinante. La película viene avalada por la Cámara de Oro en Cannes el Gran Premio del Jurado en Sundance. Se entiende la concesión de esos premios, y los que seguirá cosechando, porque se trata de uno de esos pequeños filmes que cautivan, y ante los cuales Hollywood se rinde concediéndole un buen puñado de nominaciones a los Oscar.

No es fácil describir el trabajo de Benh Zeitlin, porque Bestias del sur salvaje tiene una condición de fábula innegable, con resonancias mitológicas, y a la vez transcurre en un entorno realista, una de esas zonas sureñas pantanosas junto al mar. El film no sitúa con exactitud la geografía de la historia, pero estamos en una zona de tintes algo apocalípticos llamada La Bañera, de gente sencilla y paupérrima. La pequeña Hushpuppy, de seis años, vive con su padre Wink. La madre murió, y a él podría no quedarle mucho tiempo de vida. La niña, una auténtica heroína, debe enfrentarse a estos elementos, manejarse con su natural bondadoso y las enseñanzas que ha aprendido en clase y en casa. La sensación es de como si se acabara el mundo, una extraña e hipnótica atmósfera de realismo mágico donde no faltan extrañas criaturas, los uros, un mundo de aguas e inundaciones, y la visita tras abordar una embarcación a un extraño garito nocturno, “Les champs Elysées”.

Zeitlin rueda su primer largometraje, y lo hace con pulso firme, siguiendo unas claves muy personales que ya apuntaba en su formidable corto Gloria en el mar. Pues aunque Bestias del sur salvaje adapta “Jugoso y delicioso”, una obra de teatro de Lucy Alibar, parece claro que el cineasta se mueve en un mundo propio. Todo apunta a que habrá que seguir de cerca a este neoyorquino que, con un presupuesto paupérrimo pero mucho talento, ha hecho una formidable película. Padre e hija, Dwight Henry y Quvenzhané Wallis no son actores profesionales, pero ofrecen estupendas y muy naturales composiciones, sobre todo la pequeña.