Matrix (1999)

¿A qué llamamos realidad?

¿A qué llamamos realidad?

Final de milenio. Neo es un profesional de la informática, que dedica todo su tiempo libre a los ordenadores. Un día le llega una extraña comunicación: tiene la oportunidad de conocer a Morpheus, un mítico personaje para cualquier cibernauta que se precie, y que le puede introducir en un mundo inesperado y cuya existencia jamás se le ocurrió imaginar. Pero basta que Morpheus intente el contacto para que Neo empiece a sufrir una persecución implacable.

Nada es lo que parece. He aquí una premisa que ha inspirado con frecuencia la narración fílmica. Los hermanos Larry y Andy Wachowski (Lazos ardientes) la agarran fuerte para convertirla en marco de una inspirada trama de ciencia ficción. No es el único film reciente que maneja esta idea (piénsese en títulos como Abre los ojos, eXistenZ y, más lejano en el tiempo, Desafío total); pero Matrix sabe atornillarla aún más.

Que los Wachowski jueguen con la idea de qué es realidad y qué sueño o ficción se revela muy acertado en los tiempos que corren. Tanta gente lleva una vida anodina que no es vida… Sin ideales y amores duraderos, encerrados en el caparazón del propio egoísmo, con la mente narcotizada por paraísos que se revelan limitados… ¿No nos estarán escamoteando “la buena vida”? Necesitamos la redención, y en el film el “candidato” a mesías responde al nombre de Neo. Matrix sigue una inspiración cristiana (obviamente no literal) al plantear esta redención: señales y profecías, un elegido y una misión, “milagros”, y hasta lo que podríamos llamar un “bautizo”. No falta el Judas traidor o las autoridades que quieren acabar con el elegido. Por no hablar del anagrama “Neo”, de “One”, “el Uno”. Además, se advierte de cómo, a veces, las máquinas pueden apagar el espíritu humano: no debemos olvidar la grandeza y, ¡oh, paradoja!, la pequeñez del hombre.

Con lo dicho hasta ahora, el film puede parecer una elucubración mental, a la que hay que procurar asistir con la cabeza despejada. Pues bien: sí y no. Hay que fijar la atención para seguir el argumento, que depara abundantes giros y sorpresas. Pero, a la vez, los directores han sabido conjugar esa historia, sólida y bien contada, con el entretenimiento. Resulta que se puede traspasar a la gran pantalla, con acierto, la estética de los juegos de ordenador, gracias a una acción deslumbrante y un uso imaginativo de los efectos especiales… ¿Hay quién dé más?