El Señor de los Anillos: El retorno del rey (2003)

 

Confrontación final

Cuando una película forma parte de una trilogía, y hace la número tres, un desafío importante para el cineasta es iniciarla con buen pie. Ese tercer título tiene ya a sus espaldas un pasado, un puñado de buenas vibraciones que el espectador ha vivido, pero que quizá están adormecidas. Y se hace preciso despertarlas. Peter Jackson tiene el buen tino de empezar el film recordándonos el pasado de Gollum. Esa desdichada criatura, carcomida por el deseo de poseer el Anillo único, fue tiempo atrás un tipo normal, como cualquiera de nosotros, que se llamaba Smeagol, y que sabía disfrutar de una mañana de pesca en compañía de Deagol, un buen amigo. Explicándonos cómo casualmente, al caer al agua, halló su compañero de pesca ese bonito anillo, Jackson mata dos pájaros de un tiro: nos recuerda que el Anillo está repleto de maldad, que aunque concede a quien lo posee un poder inmenso, corrompe los corazones y empuja al asesinato; y al señalarnos que Gollum no siempre fue un ser repulsivo, el espectador cae en la cuenta del peligro al que está expuesto Frodo Bolsón, el hobbit portador del Anillo. Se nos anticipa que, a pesar de sus buenas intenciones, de llevar su pesada carga hasta el Monte del Destino para destruirlo allí donde fue forjado, el atractivo creciente que emana del Anillo le está transformando: Frodo empieza a parecerse peligrosamente a Smeagol-Gollum.

El film no sólo sigue las evoluciones decisivas de Frodo, acompañado en su incursión a las tierras de Mordor por su fiel compañero Sam Samsagaz, y por el inesperado guía Gollum. Entretanto los que fueron compañeros de la Comunidad del Anillo trabajan a fondo para enfrentarse al todopoderoso ejército de Sauron, el Señor Oscuro. Saben que si Frodo fracasa, todo su esfuerzo será en vano. Pero ellos deben ganar tiempo, poner toda la carne el asador, porque todo lo que hagan es importante cara a la salvación de la Tierra Media. Hasta la más pequeña criatura tiene un papel que cumplir. Por un lado, Aragorn, el legítimo heredero de Isildur, tiene que pensar en asumir sus responsabilidades para reinar en Gondor. Con ayuda del elfo Legolas y el enano Gimli se enfrentará a mil peligros, incluido el de convocar a las tropas del rey de los muertos, que tendrá así ocasión de reparar el perjurio del pasado. El rey Theoden, librado de las malas artes de Saruman, empezará a reunir las tropas necesarias para acudir en ayuda de Minas Tirith. Merry está a su servicio, y Eowyn se destacará en el campo de batalla, siendo la mujer capaz de plantar cara a un Nazgûl. Mientras, Gandalf acude con Pippin a Gondor, para preparar la defensa de Minas Tirith. La tarea no es sencilla, pues Denethor, el Senescal, ha enloquecido de dolor desde que supo de la muerte de su muy querido hijo Boromir. Sometido al influjo de fuerzas oscuras, nunca ha sabido reconocer la valía de su otro hijo, Faramir.

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