Anatomía de una caída (2023)

Tragedia en la nieve

Sandra y Samuel, ambos escritores, viven con su hijo ciego Daniel de once años en una casa en las montañas de los Alpes, cerca de Grenoble. El mismo día en que ella ha tenido que interrumpir una entrevista con una periodista, por el ruido que provoca su marido poniendo la música a todo volumen, muere Samuel, que se ha precipitado al vacío desde el piso superior de la vivienda. ¿Accidente, suicidio, asesinato? Daniel encontró el cuerpo ya sin vida, de nada valió que Sandra pidiera una ambulancia. La autopsia no puede descartar que la muerte fuera provocada, y que hubiera desavenencias entre la pareja, y una fuerte discusión la víspera, conduce al juicio de Sandra un año después, acusada de asesinato.

Palma de Oro en el Festival de Cannes, es justo –nunca mejor dicho, aunque suene a juego de palabras facilón– que Justine Triet, directora y coguionista con Arthur Harari, recibiera el galardón con un film que atrapa a pesar de su largo metraje, cerca de dos horas y media. Porque sabe entregar una de esas tramas cocinadas a fuego lento, que juega con la ambigüedad sobre lo ocurrido, en la investigación, la preparación de la declaración con el abogado, amigo de la familia, y el propio juicio. Y donde van saliendo a la luz las aristas de la relación que mantenía el matrimonio, por el accidente que sufrió el hijo y que le privó de la vista, y de atención que cada uno le ha prestado; y por los celos causados por los derroteros que tomaban sus respectivas carreras literarias, y por las relaciones extraconyugales surgidas en los momentos de más tensión, que desde luego no contribuyeron a serenar las aguas, aunque no fueran cosa seria.

Con estos mimbres, más el modo en que Daniel sobrelleva la ceguera, la muerte del padre, y las dudas sobre la madre, podíamos tener un culebrón, pero no, lo que se nos ofrece es una película muy medida, de enorme intensidad dramática, y que intriga sobremanera. Y donde sorprende el juicio propiamente dicho, porque a diferencia de los dramas ante un tribunal a los que estamos acostumbrados, el interrogatorio a los testigos permite la intervención de la acusación, la defensa y el juez. Además, no se soslaya el modo en que todo afecta a Daniel, obligado a descubrir de sopetón cosas que ignoraba de sus padres, un adelantado baño de realidad antes de tiempo, que supone un elemento más al final de su infancia que supuso su inesperada ceguera.

Los actores están muy bien, pero hay que subrayar el formidable trabajo de Sandra Hüller como la madre acusada de asesinato, repleto de matices. También destaca el pequeño Milo Machado Graner, en un papel muy difícil, logra interpretar a la perfección su deficiencia visual.