A Telecinco los tribunales acaban de sacudirle en la cresta por dos asuntos que tienen sendos rasgos comunes: el primero, que ambos son flagrantes atentados contra la intimidad personal; el segundo, que ambos se han producido en programas que ya no están en parrilla. Historia uno: el programa ‘Está pasando’ insinúa una relación homosexual entre la presentadora de La Sexta Patricia Conde y una señorita de Valladolid; el tribunal estima que la información «no tenía ningún interés objetivo para el público» y que su única pretensión era «molestar o atacar a la presentadora en un paso más de la lucha por la audiencia que libran las cadenas televisivas», y condena a Telecinco a pagar 35.209 euros. Historia dos: el programa ‘Salsa rosa’ emite unas imágenes íntimas del periodista Juan Ramón Lucas con su novia; el tribunal considera que estas imágenes «hacen referencia a hechos carentes de trascendencia para la sociedad» y «plasman escenas sobre aspectos de la vida del periodista que no consta que hubiera revelado antes o que hubiera autorizado que fueran conocidos por terceros»; por tanto, se ha violado el derecho de Lucas a la intimidad y el tribunal condena a Telecinco a pagar 50.000 euros. Vale la pena reflejar los argumentos de los tribunales, porque sus razonamientos son impecables. Lo más desolador es que las reglas de juego estaban claras desde el principio: todos saben -sabemos- que la libertad de expresión tiene sus límites, y el del «honor, la intimidad y la propia imagen» es el más claro de ellos. Y si esto se sabe, ¿por qué esos programas se han saltado los límites a la torera? Porque consideran que el rendimiento en audiencia es mayor que la eventual multa que pueda traer consigo la infracción. Ahora esos programas ya no existen, pero hay otros que hacen lo mismo. Y además, ahora los profesionales de la infracción saben que hay otros personajes que es más fácil explotar, porque cuando se viola su intimidad no acuden a los tribunales, sino al propio canal, para montar escándalo y aumentar audiencia. Maloliente.

Fuente: JOSÉ JAVIER ESPARZA (El Diario Vasco, 04.03.11)