Priorizar el móvil frente a la interacción personal deteriora las habilidades sociales de los menores, puede propiciar conflictos emocionales o afectar a su rendimiento académico. Marcar límites de uso claros o que los padres den ejemplo son algunas pautas para fomentar un buen uso del ‘smartphone’

CAROLINA PINEDO – https://elpais.com/mamas-papas/familia/

El término phubbing es un neologismo anglosajón que describe un mal uso del teléfono. Exactamente significa ignorar a una persona por prestar atención solo al móvil. La palabra surgió en Australia en 2012 a raíz del diseño de una campaña publicitaria relacionada con la tecnología, y está compuesta por el vocablo phone (teléfono) y snubbing, el acto de no hacer caso a alguien de manera ofensiva o deliberada. “El phubbing está creciendo y normalizándose debido al fenómeno social de reciprocidad, porque pasar de las personas para centrarnos en el móvil provoca un efecto de contagio en los otros, que acabarán actuando igual”, explica Iosune Mendia, psicóloga y coach familiar en San Lorenzo de El Escorial (Comunidad de Madrid).

“Sabemos que un 87% de adolescentes prefiere comunicarse a través de una pantalla que cara a cara. Y que más de la mitad de los españoles admite aislarse del entorno cuando consultan su smartphone”, agrega Mendia, refiriéndose a datos de un estudio publicado en 2022, titulado Impacto de las emociones online y de la netiqueta, normas de conducta socialmente aceptables en Internet en el phubbing desde una perspectiva de género: retos educativos. “Es más, muchos padres y madres tienden a dar prioridad a la tecnología en presencia de sus hijos y si los niños les ven absortos con el móvil, acabarán adoptando el mismo comportamiento”, advierte esta psicóloga.

  • El uso del teléfono produce placer y disfrute. El menor vive pendiente del móvil, que es lo que le aporta bienestar.
  • Se crea un círculo vicioso en torno a la búsqueda de más tiempo para estar con el teléfono y perpetuar la sensación de disfrute que produce.
  • El niño resta importancia a su actitud con el dispositivo electrónico cuando su entorno le advierte sobre su comportamiento con frases como: “Qué tontería; si todos lo hacen”.
  • Hay dificultad en la autorregulación del impulso para usar el teléfono. El cerebro necesita esa recompensa, aunque no se trate de una sustancia, y el niño no puede evitar hacerlo.

Consecuencias del ‘phubbing’

En mayor o menor medida, el uso del móvil en contextos sociales de forma inadecuada tiene diversas consecuencias para el menor, en función del grado en que se produzca. “En primer lugar, se produce un deterioro importante en las esferas social, familiar, laboral o académica, de manera persistente, al menos durante un año”, destaca Antonio Castaños, coordinador de Tecnoeduc@, sección de Vida Libre Alicante (Comunidad Valenciana), una asociación dedicada a la prevención y el tratamiento de las adicciones tecnológicas. Este experto destaca cómo impacta esta adicción tecnológica en la vida de un niño o adolescente:

  • Se convierte en la actividad dominante de la vida diaria.
  • Hay síntomas de abstinencia emocionales, como ansiedad o nerviosismo.
  • Se produce un incremento progresivo del uso del teléfono.
  • Los intentos de controlar la conducta son infructuosos.
  • La pérdida de interés por otras actividades antes deseadas y saludables, como el deporte.
  • Se mantiene un uso excesivo del teléfono, a pesar de los problemas que acarrea, como los conflictos familiares.
  • Se miente en cuanto al tiempo de uso del dispositivo.

El móvil es la puerta al universo virtual, con el que se puede hacer casi todo, pero no deja de ser un objeto y, por lo tanto, hay que aprender a utilizarlo, comenzando por las personas adultas para dar ejemplo a los menores”, matiza Castaños.

Cómo actuar frente al ‘phubbing’

Conviene poner límites claros y estrictos a los menores con respecto al uso de los teléfonos móviles a través de diversas estrategias: “Optar por una comunicación más directa; yendo al grano sobre lo que se quiere decir, ya que los adolescentes tienden a dispersarse y utilizar frases como: ‘Mírame, cuando llegues a casa, no puedes usar el móvil hasta determinada hora”, retoma Muñoz. Otra forma de controlar el uso del móvil es a través del refuerzo positivo, como con felicitaciones cuando el niño o el joven interactúa correctamente en detrimento del teléfono. “De esta forma, la persona se siente motivada, cuando durante la conversación mantiene el contacto visual, presta atención o sonríe”, afirma Muñoz. En otras ocasiones conviene finalizar la interacción cuando se encuentra en el momento álgido de motivación. “Por ejemplo, si en la mesa se cuenta un chiste y hay risas, conviene evitar que el joven use el móvil en ese momento agradable, para conseguir que lo recuerde sin interrupciones y se quede con ganas de repetir la situación sin el teléfono”, describe la psicóloga.

Hay otras ocasiones en las que conviene ser más contundente, como cuando el menor es reticente al cambio de conducta con respecto al abuso del dispositivo tecnológico. “En este caso, tienen que experimentar consecuencias negativas o de sanción, explicando la situación con frases como: ‘Puedes mirar lo que quieras, pero mi tiempo es tan importante como el tuyo y si sigues con esa actitud, me voy”, matiza la especialista. Muñoz concluye que evitar quedar con la persona es útil para que esta se dé cuenta de las consecuencias que conlleva un uso inadecuado del móvil.