La serie americana Misterios sin resolver comenzó a emitirse en 1987 y alargó su existencia hasta el año 2002.
Netflix ha aprovechado esa herencia para multiplicar las docuseries sobre casos que parecen imposibles de cerrar. The Keepers es una investigación insólita de dos jubiladas de Baltimore empeñadas en descubrir quién asesinó a su profesora de la infancia: la adorable hermana Catherine Cesnik, fallecida el 7 de noviembre de 1969.
Esta miniserie resulta asombrosa de principio a fin por la cantidad de ramificaciones, pistas y descubrimientos. El avance de la temporada está lastrada en los primeros capítulos por la reiteración en algunas descripciones excesivamente desagradables, pero cuando la serie procura centrarse en los retratos personales y la compleja investigación resulta impactante.
Al tratarse de un caso con componentes tan sensibles el tono es fundamental. Ryan White es un prolífico realizador (7 producciones en los últimos 7 años) que demuestra minuciosidad en la documentación, acierto en el guión  y personalidad visual junto a una tendenciosidad bastante evidente. En The Keepers se echa en falta un poco más de tacto y contrapuntos al criminalizar en bloque a la Iglesia Católica. Evidentemente la realidad que cuenta es tremenda, pero se podía abordar desde puntos de vistas más completos y respetuosos. Lo hemos visto en el cine con grandes películas como Gracias a Dios de François Ozon, o Spotlight de Tom McCarthy, y también en televisión en la más que notable miniserie Niños robados de Salvador Calvo. Cuando se utiliza este último estilo de denuncia, el espectador goza de una mayor libertad para adquirir un juicio propio, y se evita ofender a un porcentaje considerable de los espectadores.
La música de la miniserie está compuesta por Blake Neely, uno de los músicos más recurrentes en series de televisión (Arrow, Riverdale, Blindspot). Nominado a 3 Emmys, este norteamericano de Texas logra una atmósfera constante de tensión y dramatismo, especialmente con el uso del violín.