En las últimas semanas, esta serie de Netflix rodada en su mayor parte en la lengua yiddish, se ha convertido en una de las ficciones más vistas y comentadas del período de confinamiento. Los motivos serían discutibles. Entrar en esta Unorthodox es sumergirse en una galaxia muy lejana sin salir del actual Estados Unidos. La vida de esta comunidad que cree y practica el judaísmo de una manera estricta y anacrónica es muy similar al modo de vivir dentro de una secta. El argumento está basado en una historia real con algunas aportaciones creativas de la directora (la alemana Maria Schrader: Stefan Zweig: Adiós a Europa) y las guionistas (Anna Wigner: Deutschland 83 y la documentalista Alexa Karolinski). Por lo que dice la escritora del libro autobiográfico en el que se basa la serie (Deborah Feldman; Unorthodox: The Scandalous Reflection of My Hadisic Roots, 2012), la vida de una joven en ese ámbito fue aun más dura.
Se nota que la directora de la serie ha sido actriz durante más de 30 años, ya que lo mejor es el nivel interpretativo que provoca escenas desgarradoras y medidas, especialmente de la protagonista israelí Shira Haas, que hace un trabajo excepcional. Esta joven de apenas 25 años con mucha experiencia televisiva en su país, construye un personaje conmovedor y muy contenido. Es la víctima de un mundo de miles de reglas imposibles de cumplir en el que ella no tiene que pensar sino obedecer a las órdenes de su marido, que a su vez asume todas las constantes directrices de su omnipresente madre.
En la construcción de la trama hay mucha redundancia en los aspectos sexuales iniciáticos y traumáticos del matrimonio casi adolescente, y en la anulación de la individualidad y la femineidad en una sociedad tan anquilosada que parece irreal en pleno siglo XXI. La serie tiene claro en todo momento el mensaje que quiere transmitir, pero se olvida de cuidar más al recorrido de personajes para que la historia sea más verosímil e impacte en el espectador. El esfuerzo por contrarrestar la vida ultradoxa y las costumbres pleistocénicas de una sociedad tan minoritaria con un retrato edulcorado e ingenuo de la Alemania moderna y liberada sexualmente, está demasiado forzado. Este subrayado hace que el argumento pierda vida y verdad en función de un mensaje que resulta incuestionable sin necesidad de tanta manipulación.
Firma: Patricia Vázquez