por Juan Carlos Luco

A propósito de un noticiario de La Sexta en la que una impactante música de Bernard Hermann, tomada de una película de Hitchcock, ambientaba un reportaje sobre el caos circulatorio provocado por la nieve, el columnista de El Mundo, Manuel Hidalgo (1), transmite las siguientes ideas, quizá exageradas pero llenas de realismo:

“El miedo, en la televisión procede de dos relatos: el relato informativo –guerras, accidentes, asesinatos, catástrofes- y todo lo demás. Todo lo demás es, obviamente, el resto de la programación, allí donde, con contadas excepciones, no deja de aparecer gente idiota y diciendo cosas idiotas”.

Tras describir la abundancia televisiva de “individuos semianalfabetos con mentalidades ridículas, ambiciones patéticas, valores putrefactos y opiniones bobas”, deduce: “El resultado desemboca – bajo el cuento chino del ocio y del entretenimiento- en un panorama apocalíptico. Un milenarista zumbado que predicara el fin del mundo no podría reunir mejores ingredientes de convicción”.

Denuncia el “estómago de acero” del televidente, que traga cualquier bodrio, y la confusión profunda que supone el adobo de la información con un “recurso expresivo de la ficción”. Concluye el argumento diciendo: “El espectador ya no distingue entre realidad y ficción –aunque crea lo contrario-, y por ello es posible tomar la sopa con lo que nos echen”.

Muy interesantes también las últimas líneas del artículo: “Si nos fijamos, la gente habla de la gente que sale en la televisión como de otra gente. (…) El problema consiste en que la televisión es un espejo peculiar: quien se mira en él acaba pareciéndose a la imagen del presunto otro que ese espejo le devuelve”.

(1) EL MUNDO, 17/01/09, pág.65 – Manuel Hidalgo – “Una película de miedo”