El clásico tópico de marcar muros y fronteras entre lo on y lo off ya no debería ni mentarse. La realidad es única, y los ‘entornos’ no dejan de ser más que espacios que se complementan generando sinergias, abriendo las puertas a un infinito mundo de posibilidades.
Lo digital es ya una parte inherente -y fundamental- de nuestras vidas. Tanto es así, que la tecnología se ha convertido en una herramienta imprescindible para la ‘normalización’ de nuestra actividad cotidiana. Nos geolocalizamos, accedemos a nuestro correo por la calle, emitimos y recibimos mensajes sin necesidad de movernos de sitio, disponemos de información a tiempo real, compramos y vendemos sin necesidad de estar en espacios comerciales físicos… En definitiva, nos integramos en una nueva dimensión, en la que la realidad engloba un mundo de posibilidades intangibles, pero muy prácticas.
Lo digital es un hecho, como también lo es el cambio que se ha producido en los usos y costumbres de nuestra sociedad e, incluso, en nuestra manera de utilizar nuestro cerebro.

Cada día es más evidente la ‘pantallización’ de nuestro entorno: escaparates interactivos, personas conectadas a través de su smartphone, tablets y ordenadores portátiles, las ya inminentes gafas de Google, etc., a los que se siguen sumando un sinfín de nuevos soportes que emergen y se integran en nuestro espacio ¿off?, y que unifican nuestra realidad en una nueva dimensión.

Está claro que ya no se trata de querer o no querer estar… De lo que se trata es de asumir que vivimos de facto en una realidad hiperconectada, hipersocial e hipercomercial, de la que no resulta inteligente tratar de escapar.
Porque, por mucho que se empeñen aquellos que optan por cerrar los ojos negándose a ver la nueva realidad, no sólo no dejarán de formar parte de ella, sino que estarán permitiendo que sean otros los que controlen y gobiernen su entorno… Serán otros los que manejen las cuerdas de su propia ‘realidad’.
En definitiva, que ya no se trata de querer o no querer estar, sino de ser o no ser… Y esta sí que es la cuestión.

Fuente: Juan Boronat Martín (www.lasblogenpunto)