La Sexta estrena un nuevo programa (valga la precisión, porque a veces se estrenan programas viejos). Se llama ‘Princesas de barrio’ y consiste en contar la vida de cuatro mujeres de entorno suburbano y más bien menesteroso. No es difícil adivinar el origen de la ocurrencia: puesto que el ‘fenómeno Belén Esteban’ ha sido un éxito comercial, explotemos el mismo filón y convirtamos a señoras de pareja extracción en belenes potenciales. Las mujeres escogidas son «una madre soltera que trabaja en una nave industrial, una cantante de orquesta que tras siete años de noviazgo y dos hijos ha decido casarse, una joven gogó para la que su espectacular físico lo es todo, y un ama de casa extravagante y con una personalidad arrolladora cuya meta es encontrar la fama inmediata». Estas señoras «viven en su barrio de toda la vida y en su mundo las operaciones de aumento de pecho o el mundo de la noche forman parte de su existencia». Repito la definición exacta que proporciona el propio programa, para que nadie diga que un servidor deforma las cosas.

La cadena envuelve todo eso en una especie de épica urbana: «Son fuertes, han decidido decir siempre lo que piensan, hacer lo que piensan, vestir como piensan. y no les importa que haya gente que no las comprenda». Bien, pero, ¿qué quiere decir «piensan»? Pensar es una operación compleja, su resultado depende de los dones y el esfuerzo del pensador, y es una evidencia que no todos los pensamientos valen lo mismo. Los pensamientos de las protagonistas de ‘Princesas de barrio’, según se nos presenta la aventura, no parece que vayan a asombrar al mundo. Al final, todo consiste en una simple apología de la vulgaridad, bajo la convicción -seguramente no errónea- de que la vulgaridad es mayoritaria y, por tanto, ofrece mejores expectativas de negocio que la excelencia. España, en fin.

Fuente: J.J.Esparza (El Diario Vasco, 6-2-2011)