Ficha: 97 min. | Drama | Histórico Público apropiado: Jóvenes Año: 2016 País: España, Francia Dirección: Hugh Hudson Intérpretes: Antonio Banderas, Golshifteh Farahani, Allegra Allen, Clément Sibony, Rupert Everett, Nicholas Farrell, Pierre Niney, Henry Goodman, Irene Escolar, Tristán Ulloa, Javivi, Maryam d’Abo En 1879 se produjo en España el que puede ser considerado el descubrimiento más importante del siglo XIX: las cuevas de Altamira. Marcelino Sanz de Sautuola, aficionado a la antropología, se encontraba de excursión con su hija María, de nueve años. Fue ella la que al entrar en una cueva entre las montañas santanderinas vio por primera vez los bisontes en el techo de la cueva. El descubrimiento significaba que el hombre del paleolítico tenía cultura y talento para expresar artísticamente la realidad, y esa visión histórica del pasado significaba una revolución en el pensamiento científico y religioso de la época. Y el mundo ignoró el hallazgo. El director Hugh Hudson, bastante desaparecido hasta ahora pero que cuenta en su haber con la maravillosa Carros de fuego, se encarga de la dirección de Altamira, que ha contado entre los productores con Lucrecia Botín, sobrina de Emilio Botín y descendiente de Marcelino Sanz de Sautuola. Y es que queda muy claro en la película el principal interés por reivindicar la figura de su antepasado, de modo que se reconozca públicamente su hazaña. Algo, por cierto, que siempre llega con retraso en España –“tan bella y tan injusta”, dice con tristeza el propio protagonista–, siempre dispuesta a menospreciar a sus más grandes personalidades. De hecho, tanto énfasis se pone en la incredulidad ante el descubrimiento que quizá este sea el mayor problema del film: lo poco que cuenta. Los guionistas, Olivia Hetreed (La joven de la perla) y el debutante en la ficción José Luis López Linares, centran todo su esfuerzo en reseñar el escepticismo con que se recibió la noticia, tanto para el mundo científico –que incluso acusó de falsificación a Sautuola– como por parte de la Iglesia del lugar, que veía en las pinturas un ataque a la doctrina bíblica. Y la verdad es que han puesto mucho interés en hacer especialmente odioso al personaje de Rupert Everett, sacerdote tan oscurantista que tiene trazos de la más ridícula caricatura. Funciona sin embargo la relación del protagonista con su mujer, que se ve atrapada supuestamente entre dos fuegos –su fe en Dios y el amor por su marido– y que a la postre es la que tiene mayor sentido común. Y hay que decir que los diálogos están bien escritos y brillan magníficamente en boca de la niña Allegra Allen en su papel de María. Probablemente lo más sobresaliente del film, rodado con mucho academicismo, es la pulcritud de su fotografía, luminosa y contrastada, obra de José Luis Alcaine. También está sumamente cuidada la banda sonora, con evocadores acordes de guitarra creados por Mark Knopfler. Los actores cumplen con oficio, con Antonio Banderas y la persa Golshifteh Farahani (A propósito de Elly) a la cabeza. No se entiende, sin embargo, que en la versión original los personajes hablen en ingles en su terruño cántabro. Firma: Pablo de Santiago