Una de las mejores películas de los últimos diez años. Pocas películas consiguen emocionar a todo tipo de espectadores y con un tema tan peliagudo como es la monarquía, que según muchos hoy en día debería estar extinguida. Ahí entran a jugarse el pellejo Colin Firth y Elena Bonhan Carter, el matrimonio elegido a formar parte de una monarquía tan seria como la inglesa. La credibilidad de ambos es asombrosa. Colin FIrth nos hace sufrir hasta el último minuto de la película con su tartamudeo, hasta el punto de que el espectador quisiera coger el micrófono y sustituirlo para acabar con su sufrimiento. Cualquiera de nosotros quisiéramos tener un terapeuta como Geoffrey Rush, simplemente para pasar un buen rato. El actor inunda la película de buen humor con su particular punto de vista. En el guión no se da puntada sin hilo, no da lugar ni para pestañear, se disfruta cada segundo, no hace falta saber de historia británica, se han encargado de que la historia sea suficientemente sencilla como para que cualquiera se sienta parte de la familia británica, por una vez.
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Una de las mejores películas de los últimos diez años. Pocas películas consiguen emocionar a todo tipo de espectadores y con un tema tan peliagudo como es la monarquía, que según muchos hoy en día debería estar extinguida. Ahí entran a jugarse el pellejo Colin Firth y Elena Bonhan Carter, el matrimonio elegido a formar parte de una monarquía tan seria como la inglesa. La credibilidad de ambos es asombrosa. Colin FIrth nos hace sufrir hasta el último minuto de la película con su tartamudeo, hasta el punto de que el espectador quisiera coger el micrófono y sustituirlo para acabar con su sufrimiento. Cualquiera de nosotros quisiéramos tener un terapeuta como Geoffrey Rush, simplemente para pasar un buen rato. El actor inunda la película de buen humor con su particular punto de vista. En el guión no se da puntada sin hilo, no da lugar ni para pestañear, se disfruta cada segundo, no hace falta saber de historia británica, se han encargado de que la historia sea suficientemente sencilla como para que cualquiera se sienta parte de la familia británica, por una vez.