Ficha:

130 min. | Drama

Público apropiado: Jóvenes

Año: 2015

País: EE.UU.

Dirección: Adam McKay

Intérpretes: Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, Brad Pitt, Melissa Leo, Hamish Linklater, John Magaro, Marisa Tomei, Jeremy Strong, Rafe Spall, Finn Wittrock, Stanley Wong, Margot Robbie, Selena Gomez, Karen Gillan, Max Greenfield, Billy Magnussen

Las dimensiones que alcanzó la crisis financiera global de 2008 sobrepasaron todas las previsiones, y lo increíble es que dio la impresión de que nadie lo veía venir. En realidad esto no es exacto, como se encarga de explicar La gran apuesta, un film que adapta para la pantalla con talento el ilustrativo libro homónimo de Michael Lewis, alguien que ya había tenido mucha suerte antes en las adaptaciones de sus análisis, a priori bastante técnicos, del mundo del fútbol americano (The Blind Side) y del béisbol (Moneyball), que no son los típicos dramas deportivos. La segunda estaba producida por Brad Pitt, que se reservaba un papel, y aquí, nunca mejor dicho, vuelve a apostar acertadamente y del mismo modo por Lewis, a través de su compañía Plan B.

La traslación a la pantalla de esta historia a cargo de Adam McKay, director y coguionista con Charles Randolph, tiene mucho mérito, pues es cinematográfica y didáctica, muy ágil, con el justo tono de denuncia a una sociedad que ha perdido su sentido moral, y un sentido del humor harto habilidoso para reir, por no llorar, ante el despropósito de lo ocurrido con los bonos hipotecarios de las subprime. Se trata de una agradable sorpresa ya que McKay director tiene en su haber comedietas bastante olvidables, como Pasado de vueltas y Hermanos por pelotas, aunque en cambio ha recibido crédito por el guión de la ingeniosa Ant-Man.

El film, básicamente, explica cómo determinados “actores” detectaron los pies de barro de un sistema que había confeccionado productos financieros opacos de valor nulo, y con sus acciones para lograr ganancias para sus clientes contribuyeron a hacer estallar la burbuja inmobiliaria, no sin antes sufrir bastante y nadar en un mar de dudas, acerca de si estarían equivocados, o de si un sistema básicamente podrido lograría esconder sus vergüenzas, y seguir convenciendo al mundo de que el emperador estaba vestido y no en pelota picada.

Algunos nombres de los personajes reales en que se basa el film han sido alterados para poder tomarse algunas libertades creativas en la narración. Básicamente seguimos a Michael Burry (Christian Bale, con un personaje que sí conserva su verdadero nombre), que gestiona fondos de inversión, y que descubre el disparate de los bonos basura de las hipotecas subprime, y decide apostar en corto grandes inversiones garantizadas contra ellos, algo que le aceptan todos los grandes bancos, pensando que están ante un chiflado y que van a ganar con él dinero fácil. Pero también tenemos a otros personajes que tampoco están ciegos, basados en otro gestor de fondos, Steve Eisman (Steve Carell), en el abogado Greg Lippmann (Ryan Gosling), en los jóvenes inversores Jamie Mai y Charlie Ledley, que fueron asesorados por el veterano Ben Hockett (John Magaro, Finn Wittrock y Brad Pitt).

Con un estupendo reparto –incluidos los muchísimos secundarios, tipos aprovechados, gente de los bancos que no se huele nada y sigue simplemente la dirección del viento, la sencilla familia que será la víctima final que perderá su casa, etc– se pinta bien el vértigo de lo que diría una situación más propia de un casino –la banda sonora de Nicholas Britell discurre a ratos con este tono–, a lo que ayuda también el carácter excéntrico y fuerte de algunos personajes, incluida la ironía del narrador en off, Gosling. Algunos recursos, como acudir a Margot Robbie y Selena Gomez haciendo de ellas mismas para explicar cuestiones técnicas, acentúan el planteamiento de la frivolidad con que los responsables dejaron que las cosas se salieran de madre. La película incide en la idea de algunos de forrarse aprovechando las debilidades del sistema, aunque sin alcanzar los niveles de paroxismo de El lobo de Wall Street.

Firma: José María Aresté