Ficha: 100 min. | Drama Público apropiado: Jóvenes-adultos Año: 2016 País: Francia, Polonia Dirección: Anne Fontaine Intérpretes: Agata Kulesza, Lou de Laâge, Agata Buzek, Joanna Kulig, Anna Próchniak, Vincent Macaigne, Katarzyna Dabrowska, Helena Sujecka, Eliza Rycembel, Dorota Kuduk, Mira Maluszinska Polonia, diciembre de 1945. Mathilde es una joven doctora francesa que trabaja en la Cruz Roja. Un día una monja aparece en el improvisado hospital de campaña y pide su ayuda desesperadamente. Sin entender bien el idioma, la doctora será conducida clandestinamente a un apartado convento, en medio del campo nevado. Allí Mathilde deberá asistir a una monja que está a punto de dar a luz, y pronto se dará cuenta de que no es un caso aislado. Dura película de producción polaco-francesa que tiene bastantes paralelismos con la oscarizada Ida. Ambas tienen lugar en Polonia, las protagonistas son monjas católicas, se centran en las trágicas consecuencias de la II Guerra Mundial, si bien Las inocentes está ambientada inmediatamente después del conflicto, en el invierno de 1945, y por último los dos filmes cuentan con la presencia de la actriz Agata Kulesza. La seriedad de la propuesta asombra sobre todo al saber que detrás está Anne Fontaine, quien anteriormente sólo había entregado películas irregulares, cuyo enfoque morboso les restaba interés, tal es el caso de Dos madres perfectas o la más reciente Primavera en Normandía. En este caso, la directora francesa recrea una historia terrible –basada en hechos reales–, pero evita cualquier asomo de espectáculo malsano, de frivolidad, para centrarse en el núcleo de la cuestión: la devastadora experiencia sufrida por un grupo de monjas al ser violadas por soldados rusos. Se agradece el cuidado con que el equipo de guionistas se acerca a tamaño crimen. Físicamente, las consecuencias son lógicamente los múltiples embarazos que surgen en el convento, y se describen bien las diferentes reacciones, el rechazo, el instinto de maternidad, el estupor generalizado ante esos hechos. Pero, paralelamente, el daño psicológico de la situación es lo más terrible entre las monjas, en su mayoría chicas jóvenes que han quedado terriblemente afectadas. Ante la tragedia vivida, surge obviamente la pregunta: ¿por qué Dios lo ha querido? La fe entonces se tambalea, la desesperación llama a la puerta, la vocación se esfuma o se conserva, la duda acompaña. En ese estado de shock, de completa confusión, se pueden tomar incluso decisiones terribles, equivocadas, aunque sean un intento desesperado de evitar el escándalo, la vergüenza, la disolución de la comunidad. El film aúna con gran merito dos modos diferentes de entender el mundo. Sin duda el maravilloso personaje de Mathilde encarna la bondad, la misericordia, el heroísmo en medio del caos, una suerte de santa laica al más puro estilo Albert Camus y su personaje de Reux en “La peste”. Gentes con un corazón de oro capaces de sacrificarlo todo por los demás. Por otro, está el mundo de la fe, de la entrega a Dios, que muchas veces no obtiene respuestas ante la tragedia y que resulta igual de heroico, si no más. Qué hermoso modo de explicarlo tiene Sor María cuando habla de que somos como niños a los que Dios suelta de la mano. La fe se convierte entonces en un noventa y nueve por ciento de duda y en un uno por ciento de esperanza. Mathilde y María (magníficas Lou de Laâge y Agata Buzek) son como las dos caras de una moneda que brilla maravillosamente. En verdad es emocionante la profundísima relación que surge entre esas dos mujeres tan distintas, y sin embargo ya siempre tan unidas. Y esa es una característica que hace especialmente reconfortante una película como Las inocentes (aquí el género, por una vez, no habría que haberlo especificado, un simple “inocentes” hubiera sido más exacto). El amor está presente en los personajes, pero también en el modo en que Fontaine se acerca a ellos, con ternura, con compasión, como en la escena en que Mathilde escucha extasiada cantar a las monjas el Rorate Coeli. Ambos mundos son tratados con honradez, sin idealismos simplistas o caricaturas fáciles. Y, misteriosamente, esas diferencias, al igual que los males y los sufrimientos, pueden ser transformaos y dar lugar a cosas muy hermosas. Firma: Pablo de Santiago