La directora de ‘Bridget Jones’ recorre los colegios británicos con un estremecedor documental sobre la dependencia de los adolescentes a la Red

VALLADOLID. Beeban Kidron iba viendo señales. Un día, descubrió a su hija y a una amiga aterrorizadas en una esquina de su habitación, mirando de soslayo la pantalla del ordenador. Un amigo les había enviado un enlace a una web de sexo extremo. La directora de ‘Bridget Jones: Sobreviviré’ ha rodado varios documentales sobre prostitución, pero jamás había visto algo así. «¿Como podía deshacer lo que habían visto?», se preguntó. En otra ocasión, Kidron asistió a un funeral donde el responso le hizo saltar las lágrimas. A su alrededor, los familiares del difunto tecleaban en sus móviles.

El día que los amigos de sus hijos comieron en casa supo que tenía que tratar el tema. Todos estaban absortos en sus tabletas y ‘smartphones’. «Lo que me asombró no es que me ignoraran, lógico en adolescentes, sino que ni siquiera hablaban entre ellos», recuerda la directora. ‘In Real Life’ (En la vida real), el documental que ha presentado en la Seminci, viaja de los cuarteles generales de las empresas tecnológicas en Silicon Valley a un territorio vedado a la mirada adulta: el cuarto de los adolescentes. Los gurús de la Red, del fundador de Wikipedia, Jimmy Wales, a Julian Assange desfilan ante su cámara para reflexionar sobre cómo la vida de nuestros hijos gira por completo alrededor de la web.

Kidron no quiere regodearse en el alarmismo ni es una talibán antitecnología. «Yo era una de las que creían en la promesa de Internet como una manera de transmitir voces independientes a grandes audiencias». Solo quiere abrir los ojos a padres y profesores «para que comprendan mejor el mundo que hemos construido a los jóvenes: la Red ya no es solo una herramienta de comunicación, es la tecnología que vertebra nuestra sociedad». Al inicio del filme, dos chavales ofrecen una lección sobre los distintos géneros de porno duro con erudición pasmosa. Lo doloroso llega cuando confiesan que en su relación con las chicas buscan lo mismo: pechos enormes donde eyacular. «Hemos acabado con el sentido del amor», reflexiona uno de ellos.

«Asistimos a un cambio en los deseos sexuales de los varones jóvenes en función del consumo de pornografía. Y también a una transformación en la percepción que las chicas tienen de sí mismas», apunta la directora. «Ha aumentado la violencia y la promiscuidad por el efecto de imitación del porno». Gracias a Facebook los críos desconocen el término intimidad. Viven de cara a la galería. Posan cuando se hacen fotos. «En el mundo adolescente se fomenta el voyeurismo. Les gustan las imágenes sexys o la foto de alguien borracho o haciendo el tonto. Es más deseable comportarse y exhibirse de esa forma».

Teledirigidos por cable

Kidron desmonta tópicos sobre las bondades de Internet. Se pregunta qué es eso de la ‘nube’ que almacena todos nuestros datos y los sabios del MIT (Massachusetts Institute of Technology) le responden que, en realidad, esa información se encuentra en unos cuantos edificios repartidos por Estados Unidos. La imagen recurrente que enlaza los testimonios y entrevistas de ‘In Real Life’ son los cables de fibra óptica que agujerean las alcantarillas de Londres. «Las grandes compañías que manejan la web nos prometieron un mundo más amplio y personalizado, cuando en realidad limitan nuestra visión de las cosas. Todo lo que hacemos en la Red sigue allí, a disposición de cualquiera que lo desee utilizar como objeto de compraventa sin tener en cuenta el coste humano.»

Por el filme desfilan crías que se pagaron su blackberry prostituyéndose o un estudiante que perdió su plaza en Oxford porque era adicto a los videojuegos. Parecen casos extremos, pero no lo son. Un quinceañero de un pueblo costero de Inglaterra sale del armario en Internet y se enamora de otro chico gay que vive en Londres. Kidron les acompaña en su primer encuentro. Se dan un abrazo… y pasan a mirar sus móviles.

«A nosotros los adultos también nos ha cambiado la vida Internet, pero es que los chavales no han conocido otra cosa», destaca la directora. «El gran cambio llegó con el ‘smartphone’, que ha pasado a convertirse en un apéndice de nuestro cuerpo. Y a pesar de que haya gente joven haciendo cosas creativas en la web, la inmensa mayoría permanece horas y horas en unas cuantos sitios inundados de publicidad».

Fuente: Oskar L. Belategui (www.elcorreo.com)