Año 1987 en Bagdad, el teniente del ejército iraquí Latif Yahia (Dominic Cooper) es convocado desde la primera línea del frente al palacio de Saddam Hussein y se ve inmerso en las altas esferas de la familia real al tener que convertirse, gracias a su gran parecido físico, en el doble del hijo de Saddam, el famoso príncipe Uday Hussein (Dominic Cooper), un imprudente joven con un hambre feroz por el sexo y la brutalidad.

Con su vida y la de su familia en juego, Latif decide renunciar a su antiguo yo para siempre, a medida que aprende a caminar, hablar y actuar como Uday. Con un movimiento en falso que le puede costar su vida, Latif forja un vínculo íntimo con Sarrab (Ludivine Sagnier), la seductora amante de Uday. Pero mientras se teje una guerra con Kuwait, y Uday se cierne con un régimen mafioso que amenaza con destruirlos a todos, Latif se da cuenta de que escapar de la guarida del diablo tiene un alto precio.

 

Director: Lee Tamahori

Intérpretes: Dominic Cooper, Ludivine Sagnier, Philip Quast, Mimoun Oaïssa, Khalid Laith

Guión: Michael Thomas

Duración: 109′

Género: Biográfico | Drama

Estreno DVD: 09/04/2013

Público: +18

Valoración: **

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 0

Acción: 2

Amor: 0

Violencia: 5

Sexo: 4

 

Crítica:

Latif Yahia fue el doble auténtico de uno de los hijos de Saddam. Su historia, no sólo la acaecida en Irak, se relata en tres libros ya publicados y uno que aparecerá en breve. El homónimo es el que Lee Tamahori (El desafío, La hora de la araña, Muere otro día) traslada a la gran pantalla, junto a un guionista, Michael Thomas, que desde Lady Halcón (1985) no ha rodado nada más allá de serie B.

La historia de Yahia no sólo es extraordinaria sino especialmente dura, inmersa en un espiral de violencia, de la que era prácticamente imposible salir con vida. Realmente su cruel periplo era material suficiente para un intenso drama político. No obstante, la película insiste tanto en el retrato psicopático de Uday que el guión pierde perspectiva para adentrarse con profundidad en las causas y consecuencias de tan gran despropósito. No es que falte veracidad a los hechos, pero es el estilo que adopta, explícito y brutal, lo que deja fuera a muchos espectadores, por motivos obvios. De este modo, se pierde la ocasión de indagar con más calado en asuntos históricos, políticos y humanos.

 


Fuente: www.taconline.net (Lourdes Domingo)