Dirección: Oliver Parker

Intérpretes: Colin Firth, Ben Barnes, Rachel Hurd-Wood, Rebecca Hall, Emilia Fox, Ben Chaplin, Fiona Shaw, Caroline Goodall

Guión: Toby Finlay

Duración: 114 min.

Público: Adultos

Género: Drama, Terror

 

Por: decine21

 

elretratodedoriangrayCOliver Parker es un gran especialista en Oscar Wilde, pues llevó a la pantalla las obras teatrales Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto. Ahora adapta la novela «El retrato de Dorian Gray», todo un reto pues estamos ante una de las grandes obras maestras de la literatura universal. Antes lo habían intentado otros realizadores, como Albert Lewin, en su versión con George Sanders, Donna Reed y Angela Lansbury, que es sin duda la más conocida, aunque existen muchas otras, bastante irregulares.

En esta ocasión es el príncipe Caspian, Ben Barnes, quien interpreta a Dorian Gray, aristócrata que regresa a Londres tras haber pasado la adolescencia en el campo. En la capital conoce a Lord Henry, un brillante pero cínico individuo que le muestra la vida nocturna de la ciudad, y las perversiones que tienen lugar allí, y a Basil Hallward, un artista obnubilado por su belleza, que realiza un brillante retrato pictórico del joven Dorian. A continuación, Dorian se sumerge en la corrupción y el vicio, pero es el retrato el que acusa las huellas de sus actos inmorales y el paso del tiempo. Por su parte, el chico permanece inalterable.

Parker ha filmado una película correcta sobre la degradación moral, tema central del libro, con una ambientación barata pero sumamente eficaz de la Inglaterra victoriana. Cuenta con brillantes interpretaciones de Ben Chaplin (el pintor), Rebecca Hall (la hija de Lord Henry) y especialmente de Colin Firth (Lord Henry), cuyo personaje no llega a resultar tan genial como en la novela, porque sus diálogos han quedado bastante descafeinados. Al protagonista, Ben Barnes, que realiza cierto esfuerzo interpretativo, se le puede reprochar que su Dorian es un tanto insulso.

Tampoco el tono fantaterrorífico y oscuro se corresponde del todo con la novela, que también incluía mucho humor, sobre todo al principio, en los ingeniosos epigramas del autor. Y la suma elegancia de Oscar Wilde al narrarnos la degeneración moral del protagonista, ha quedado sustituida por secuencias explícitas. En suma, estamos ante un esfuerzo digno de adaptación, que queda como una ilustración que no alcanza la gloria del original.