Charles y Gabriel, amigos franceses de toda la vida de 23 y 25 años son cristianos, pero ven la fe en su entorno algo apagada. Aprovechando su juventud y falta de compromisos serios, deciden dar una particular vuelta al mundo a lugares donde la Iglesia católica es minoritaria, de modo que pasarán por Rumanía, Turquía, Siria, Irak, India, Nepal, China, Tailandia, Brasil, Senegal, Mauritania y Argelia, viajando casi siempre en bicicleta y grabando con cámara de vídeo lo que ven y oyen, una experiencia que les marca.

 

 

 

 

Director: Pierre Barnérias

Guión:Gabriel de Lépinau, Charles Guilhamon

Duración: 84 min

Género: Documental

Estreno: 14/09/2012

Público: Todos

Valoración: ***

Contenidos (de 0 a 6):

Humor: 0

Acción: 0

Amor: 5

Violencia: 0

Sexo: 0

Crítica:

Sencillo documental, en el que se nota que no hay unos profesionales rodados –si se nos permite el juego de palabras– del cine detrás, pero donde la falta de conocimientos técnicos y artísticos se suple con la fuerza de lo narrado. Porque en efecto Érase una fe –cuyo título original tiene mucha más fuerza, pues se juega con el parecido de las palabras «foi», «fe», y «fois», «vez», de modo que la clásica frase inicial de los cuentos «Érase una vez» se transforma en «Érase una fe»– cuenta una historia insólita, la de dos jóvenes que quieren dar sentido a su vida y en concreto a su fe cristiana, viendo como es la Iglesia en otros lugares (lo que dicho sea de paso, parece que tuvo su efecto, pues Gabriel de Lépinau está actualmente en el seminario con intención de convertirse en misionero, y Charles Guilhamon, laico empresario, trabaja en proyectos de mejora social). Y lo que ven les toca: una fe sencilla y humilde, la persecución y el fanatismo de otros soportados con paz y alegría, la dedicación de los misioneros, el esfuerzo que hace la gente para acudir a misa, la inculturación del cristianismo que no pretende eliminar las costumbres locales… Podría decirse que como el material que Pierre Barnérias maneja en Érase una fe es oro puro, eso evita que algunas torpezas de montaje, planos alargados, etcétera, perjudiquen en exceso al resultado final.

En un film como Érase una fe, los testimonios de las personas que desfilan en las imágenes es fundamental, y lo cierto es que los que hablan, te desarman. Que un fraile en Nepal te cuente sin que se le borre la sonrisa del rostro, cómo en la iglesia en la que estaba un atentado mató a los que tenía sentados delante, ciertamente impresiona. El cura andarín en China, que sube y baja montañas para bendecir las tumbas de las familias de sus fieles en el mes de los difuntos en noviembre, deja boquiabierto. Y un respetuoso silencio se imponen cuando en Thiberin, Argelia, visitan el monasterio de los monjes mártires tan bien retratados en De dioses y hombres.

Cabe preguntarse cuál es el público de este film. ¿Es sólo para católicos archiconvencidos? Para ellos también, sin duda, pero parece pensado para gente que se autodenomina cristiana, pero que no se toma su fe demasiado en serio. Y a los no creyentes les hará reflexionar esa misteriosa fuerza de la fe, capaz de arraigar en los lugares más inesperados.

 

 

Fuente: www.decine21.com