El año más violento (2014)

Un ciudadano honrado salta

El año 1981 registra en Estados Unidos una de las más altas cotas de violencia nunca vistas en el país. Y Nueva York no es diferente. Allí dirige una empresa de suministro de gasoil Abel Morales, quien a pesar de ser un duro y calculador hombre de negocios se esfuerza en actuar de acuerdo con la legalidad, guiado por sólidos principios. Algo a lo que no se ciñen sus corruptos competidores, las prácticas de tipo mafioso en el ramo no han sido nunca una rareza. De hecho Abel controla su empresa gracias a que se casó con Anna, la hija de un gángster dueño del negocio, con quien tiene dos niñas. En cualquier caso, él ha hecho «limpieza», lo que está pagando con robos frecuentes de sus camiones cisterna, a mano armada, y otras prácticas intimidatorias; para colmo, el fiscal del distrito le está investigando, y varias acusaciones graves vienen a pesar sobre él, justo cuando está en medio de una delicada operación financiera, en la que ha comprometido toda su fortuna, y cuya conclusión requiere una liquidez adicional que ahora se le pondrá muy cuesta arriba.

J.C. Chandor, director y guionista, vuelve a probar que es uno de los cineastas estadounidenses de mayor calado del momento. Igual que Margin Call y Cuando todo está perdidoEl año más violento es una inteligente e inquietante parábola de cómo el sueño americano puede devenir en pesadilla, incluso cuando uno se deja guiar por unos principios morales, no es desde luego casualidad que Morales sea el apellido del protagonista, de procedendia hispanoamericana, y encarnado con talento por el guatemalteco Oscar Isaac. Su estupenda composición hace pensar a veces en el Michael Corleone de Al Pacino en El padrino.

Chandor, componiendo con primor los personajes –qué bien están perfilados psicológicamente todos, incluso los que tienen menor presencia, y qué gran regalo para los actores que los encarnan, Jessica ChastainAlbert BrooksElyes GabelDavid OyelowoCatalina Sandino MorenoAlessandro Nivola…–, muestra un aspecto oscuro de esa tierra de las oportunidades que es Estados Unidos, al final aquello parece «la selva» donde sólo los más fuertes sobreviven, un verdadero darwinismo social. Pues a la hora de hacer «lo correcto», muchos lo intentan, pero pueden asomar defectos, colaterales, o que no lo son tanto, ya sea debilidad de carácter, ceder en alguna ocasión, mirar a otro lado en un momento dado para poder «trepar», actuar de un modo determinado «por si acaso», no comunicar cierta información porque uno sabe cómo reaccionaría el otro… En la mirada hay una alabanza a la acción en conciencia frente a la pasividad, y aunque no se tenga la certeza de lograr el objetivo deseado.

Tiene el film algo de resonsancias bíblicas –el nombre de pila del protagonista, Abel, tampoco parece casual–, y Chandor, además de un tono algo fatalista, resignado a que la naturaleza humana, aunque susceptible de mejora, es básicamente incorregible, imprime bríos a la narración: no faltan los momentos de suspense –se respira una atmósfera de miedo, de que algo malo puede ocurrir, todo el tiempo–, una persecución muy bien rodada y un desenlace impactante. La excelente fotografía cruda de Bradford Young evoca muy bien la época en que transcurre el film, un ochentero invierno neoyorquino.