Cuestión de justicia (2019)

Y de misericordia, y gracia.

Película basada en hechos reales, sigue al abogado activista de los derechos humanos Bryan Stevenson. Licenciado en Harvard y fundador de la Equal Justice Initiative, que buscaba dar asistencia legal a encarcelados sin recursos acusados de graves delitos, sobre todo afroamericanos como él, estableció su base de operaciones en Montgomery, ciudad del estado sureño de Alabama. El film coescrito y dirigido por Destin Cretton –un cineasta especialmente interesado por los temas de la integración social y la falta de oportunidades, tratados en las notables Las vidas de Grace y El castillo de cristal–, incide en los primeros pasos profesionales de Stevenson, cuando visita a varios presos que aguardan en el corredor de la muerte su ejecución. Llamará su atención de modo especial el caso de Walter McMillian, condenado a la pena capital en 1987 por el asesinato de una joven blanca: a pesar de las muchas pruebas que le situaban lejos del escenario del crimen, bastó para sentenciarle la dudosa declaración de un testigo con problemas con la justicia.

Cretton maneja un sólido guion en el que ha participado su colaborador en El castillo de cristal Andrew Lanham, con quien también escribió el libreto de La cabaña. Destaca cómo se logra entregar una atinada descripción de la lucha sin cuartel por buscar justicia, aunque, como se recuerda en el vibrante alegato final, para lograrla hace falta también confiar en la misericordia y en contar con un poco de gracia. El fllm muestra cómo no faltan los obstáculos, sobre todo cuando dominan los prejuicios, también los raciales, y el afán de proteger la propia carrera por delante de cualquier otra consideración. Lo que genera falta de confianza en las víctimas –los inocentes erróneamente condenados, o culpables con serias taras mentales que no se han tenido en consideración–, que no creen que nadie quiera ayudarles.

Estamos ante una narración de corte clásico, donde quizá se pueda criticar el recurso a situaciones muchas veces vistas en cine, como la clásica detención y registro abusivos por parte de la policía al conductor negro de un automóvil, o la cacerolada solidaria de los presos con el que está a punto de ser ejecutado. Pero Cretton sabe recrearlas con brillantez, y la narración se sigue con interés, al mismo tiempo que convence sin recursos facilones acerca del horror de matar a una persona, aunque sea aplicando la ley, o de lo fácilmente que se niega a alguien sin dinero una defensa digna de ese nombre.

Los actores están muy bien, Michael B. Jordan da bien el tipo de «caballero sin espada» que se adentra en territorio hostil para ayudar a los demás, dándole bien la réplica Jamie Foxx como el condenado desconfiado que irá estableciendo una sólida relación con su abogado. Están muy bien seleccionados los secundarios. Merece aplauso Brie Larson por aceptar un papel poco lucido como abogada que colabora con Stevenson, y Tim Blake Nelson, evita caer en lo exagerado con su papel de preso con el rostro desfigurado.

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