Los sobornados (1953)

 

Sólo contra todos

Tras demostrar sus enormes aptitudes para el cine negro, con películas como La mujer del cuadro o Perversidad, el director alemán Fritz Lang llegó al cenit con esta obra maestra del género. Glenn Ford es Dave Bannion, un sargento de policía de Nueva York que investiga el suicidio de un compañero. Tras varias muertes violentas, sus pesquisas le conducen hasta el jefe de la mafia, Mike Lagana, y a dos de sus matones, Vince Stone y su lacayo Larry. También conoce a la chica de Stone, una atractiva rubia con la cara de Gloria Grahame.

Pocas veces en el cine clásico se ha visto un film tan violento como Los sobornados. Aun hoy sorprende su seca y fría brutalidad. No se ve sangre, pero hay escenas que ponen los pelos de punta, como el atentado en el coche o la famosa quemadura con el café hirviendo. Ford compone un protagonista genuino, atormentado, propio del género y, aunque es polizonte, actúa como un detective típico, siguiendo sus pistas de modo individual y dispuesto a todo con tal de encontrar a los responsables de la red de corrupción que impera en todos los ámbitos del gobierno local. La Grahame está soberbia –volvería a colaborar con Lang al año siguiente en Deseos humanos, también con Glenn Ford– y Lee Marvin es el perfecto matón, asesino y sádico, con una psicótica tendencia por torturar a las mujeres.