El informe Pelícano (1993)

Hipótesis cierta

Darby (Julia Roberts) es una joven e inteligente estudiante de derecho. Con motivo del reciente asesinato de dos magistrados del Tribunal Supremo americano, realiza un trabajo teórico –el informe pelícano–, en el que vierte una aventurada hipótesis explicativa de los hechos. El informe llega a manos del gobierno, y a partir de entonces comienza a peligrar la vida de todos los que han tenido que ver con él: su contenido parece acercarse bastante a la realidad. Darby entrará en contacto con el periodista Gray Grantham (Denzel Washington) para desvelar la verdad.

De nuevo una novela del archipopular John Grisham se convierte en película. En esta ocasión de la mano de Alan J. Pakula, que aúna labores de guionista y director. El responsable de Todos los hombres del presidente retoma algunos de los elementos de este film: escándalo político que salpica a la Casa Blanca, periodismo de investigación… Hasta cita explícitamente el Watergate cuando se especula sobre la posibilidad de que la joven estudiante no existiera y el periodista dispusiera de distintas fuentes de información, idea que también se aplicó al célebre «Garganta profunda».

Pakula demuestra que se le da bien componer puzzles, al lograr encajar las distintas piezas de un relato complejo. Ello a pesar de que comienza el film con poca fortuna, acumulando en exceso escenas de suspense sin hilvanar. Es además el momento elegido por el director para transmitir, sin excesiva sutileza, algunas ideas liberaloides: en menos de dos minutos, Pakula ‘adoctrina’ mostrando a un grupo de fanáticos contrarios al aborto; abogando por los derechos homosexuales; y dando por natural la relación sentimental entre una alumna y su profesor.

Pero a medida que avanza la película, va ganando en consistencia: acción e información se presentan con coherencia, manteniendo el interés. La relación entre estudiante y periodista funciona perfectamente, y sin duda es el principal motor de la película. El mérito del guión y de los actores es mayor si se tiene en cuenta que apenas existen referencias personales de los personajes; cuando Darby es perseguida no tiene a quién acudir: no se sabe nada de su familia ni de amigos en los que confiar; en cuanto a Gray, pese a sus muchos contactos profesionales, también parece un tipo muy solitario. Por otra parte abundan los personajes secundarios, interesantes aunque se definan con las pinceladas indispensables.

Además de ser una intriga política bien construida, el film goza del habitual empaque de producciones de este tipo. La fotografía es impecable, y los escenarios reproducen con eficacia la Casa Blanca o la grandiosa oficina del periódico. A ello se añade la partitura de James Horner, que renuncia a la vistosidad en aras de respaldar la incertidumbre de la trama.