Tár (2022)

¡Maestro!

Lydia Tár es una exitosa compositora y directora de orquesta, que ha trabajado muy duro para llegar a estar al frente de la Filarmónica de Berlín. Carismática y de acusada personalidad, su pareja es la violinista Sharon Goodnow, y ambas tienen una hijita, Petra. Tár acomete el reto de terminar de grabar las nueve sinfonías de Gustaf Mahler, la quinta quedó pendiente por culpa de la pandemia del Covid. No es el único reto que afronta, pues una antigua colaboradora no deja de mandarle mensajes, en lo que se adivina una relación que terminó mal, y que pide a su asistente Francesca que gestione; al mismo tiempo debe sustituir al director adjunto a la orquesta, ya de avanzada edad, y Francesca aspira al puesto; y está en fase de incorporarse a la orquesta una talentosa y joven violoncelista rusa, Olga Metkina, por la que se siente atraída, y para la que diseña una pieza de acompañamiento a la quinta de Mahler, el concierto de Edward Elgar.

Vidrioso acercamiento al mundo de la música clásica y las artes en general en el siglo XXI, a cargo de Todd Field, un especialista en historias incómodas, pues sus otros filmes, En la habitación Juegos secretos, también eran filmes oscuros y deprimentes. Pero el carácter negativo en la apreciación de la naturaleza humana no quita interés a la propuesta, porque su nuevo trabajo, un guión original suyo, pone el dedo en dolorosas llagas de la sociedad contemporánea, tan mediática, competitiva y paradójica en su penosa búsqueda de una felicidad que nunca acaba de encontrar. Las escenas iniciales de la entrevista, y la de una clase en que un alumno de Tár rechaza a Bach por no ajustarse a sus baremos de pansexualismo multirracial, son ilustrativas del carácter loco del mundo en que nos toca desenvolvernos, en que todo se cuestiona sin atender a criterios objetivos, que se consideran que no existen.

De modo que aborda cuestiones como el narcisismo y la búsqueda de la autoafirmación, a costa de los otros, a los que apenas se ve, sólo cuenta el propio ombligo y la gratificación, rápida, en lo posible, de los propios deseos; las crisis derivadas de la identidad sexual, el abuso de poder, el deseo de constituir una familia que la biología no da; la soledad de ancianos y enfermos mentales, a los que la sociedad del bienestar, pese a su buenismo, ignora por completo; los celos y el afán de venganza; y el final del derecho a la presunción de inocencia con los linchamientos en las redes sociales.

Y ello sabiendo pintar con increíble talento la sensibilidad artística, los momentos mágicos en que la belleza emerge de una música correctamente interpretada o creada. Se juega así a la contraposición entre la tendencia a comportarnos como robots, que nos dejamos guiar por los imperativos de la opinión pública, y los momentos en que somos nosotros mismos; aunque con la ironía de que en estos también podemos tener comportamientos execrables, aunque Field se mueve con inteligencia en el terreno de la ambigüedad, en que asoman sentimientos de culpa, pero también la tendencia de echar balones fuera, la culpa, ya se sabe, siempre la tienen “los otros”. Sí, se apunta incluso al relativismo, todos tienen razón, o nadie tiene razón, a la hora de evaluar acusaciones de abuso sexual.

El film cuenta con un magnífico reparto, donde mandan las mujeres, sobre todo Cate Blanchett, absolutamente creíble en su complejo rol protagonista, repleto de matices, pero también las secundarias Nina HossNoémie Merlant y Sophie Kauer.