Le Mans ’66 (2019)

Rugen los motores

Años 60. En Ford creen que están perdiendo la carrera de la imagen pública y la modernidad frente a empresas automovilísticas como Ferrari, apreciadas por los apasionados de la velocidad por su participación en prestigiosas carreras. Tras dar un paso en falso para comprar Ferrari, que atraviesa problemas económicos –Fiat se acaba llevando el coche al agua–, en Ford deciden contraatacar en el terreno en que los italianos son líderes, fichando al diseñador automovilístico Carroll Shelby, que además es el único estadounidense que ha ganado la carrera de Le Mans. Apartado del circuito por problemas de corazón, Shelby quiere contar con su amigo Ken Miles como piloto, lo que choca con la visión de los capitostes de Ford, a los que gusta tener todo bajo control, lo que no será posible si Miles maneja el volante.

Película basada en hechos reales, que funciona tan maravillosamente bien como uno de los Ford GT40 que tan buen papel hicieron en Le Mans en 1966 y años sucesivos. Tras Logan, quizá su mejor película hasta la fecha, James Mangold sigue demostrando ser un sólido director, cada vez más seguro, nunca se pasa de frenada, ni acelera locamente su película hasta dejarla sin control. Firman el guion que dirige los hermanos Jez y John-Henry Butterworth, ambos avezados en libretos inspirados en hechos reales –Caza a la espíaI Feel GoodBlack Mass–, junto a Jason Keller. No figura acreditado Mangold, aunque a buen seguro que ha contribuido a la forma final del libreto.

El film sabe combinar la épica deportiva de la competición ­– las imágenes introducen al espectador dentro del coche, casi se siente el contacto de las ruedas sobre el asfalto y el vértigo de la velocidad–, con una mirada al mundo de la empresa a menudo fría, donde imperan los egos y la visión del “business is business”, y a las relaciones humanas, sobre todo a la amistad entre Shelby y Miles, de caracteres muy diferentes, pero también al entorno familiar del piloto.

Algunas de las escenas sobresalen por su fina escritura y ejecución en imágenes. Por ejemplo, en una película en que dominan los hombres, tiene perfecta lógica la escena de la discusión con Mollie, la esposa de Miles, en que ella conduce el automóvil a lo loco, para afirmar su personalidad y el deseo de que el otro sea franco al hablar de sus planes profesionales, lo que sirve para dar poderosa presencia a Caitriona Balfe, conocida por Outlander.

Los pasajes que comparten unos estupendos Christian Bale y Matt Damon están muy bien pensados y sirven para mostrar su conexión, pero también su distinta personalidad. Quizá se cargan las tintas en los ejecutivos de Ford –Leo Beebee, interpretado por Josh Lucas, se lleva la peor parte con su exagerado personaje, frente a unos medidos Lee Iacocca (Jon Bernthal) y Henry Ford II (Tracy Letts)–, pero se logra no caer en el ridículo, sino todo lo contrario, en la escena en que Shelby monta a Ford en el GT40, y la idea del helicóptero sirve para apuntalar las distintas concepciones empresariales de Ford y Ferrari.