Billy Elliot (Quiero bailar) (2000)

 

Todo por un sueño

El título lo dice todo. Billy Elliot quiere bailar. Tiene once años, y de familia obrera. Su destino en los años 80 sería ir a parar a la mina, como su padre viudo; a no ser que Margaret Tatcher cierre antes las explotaciones mineras del Norte de Inglaterra. Pero a Billy no le atrae ni el carbón ni el boxeo. Lo que le encanta es la danza.

Stephen Daldry se basa en un guión de Lee Hall, que parte de sus recuerdos de infancia. Y logra una perfecta simbiosis entre drama personal (Billy hará lo imposible para ver cumplido su sueño) y social (un modo de ganarse la vida a punto de desaparecer). Así, el padre de Billy quizá sacrifique la lucha en una batalla perdida de antemano, por la posible salida del pozo de su hijo pequeño. Una interesante reflexión aportada por el film se refiere al acceso de la clase obrera a la cultura. Tras la incomprensión inicial, las imágenes del padre de Billy extasiado ante el talento de su hijo, o de su visión de la capital, Londres (un mundo que desconocía), son muy ilustrativas.

Junto a la trama, dura y sensible, hay un imaginativo uso de música y danza. Vivimos con Billy su aprendizaje, la cerrazón de padre y hermano, o la relación con la profesora. Billy Elliot es una pequeña gran película. Su aparente falta de pretensiones la engrandece. Y unos grandes actores, poco conocidos a excepción de Julie Walters (nominada al Oscar por Educando a Rita), la llenan de una agradecible humanidad.