Missing es un thriller de suspense donde todo se desarrolla en la pantalla del ordenador de la protagonista.

 

Crítica de la película ‘Missing’, con Storm Reid

 

Felizmente acomodada en esa línea de producciones pequeñas con gran potencial taquillero, Missing -segunda entrega de Searching, con la que no comparte personajes ni línea argumental- ofrece un thriller de desapariciones en la misma línea que la anterior: todos los lugares típicos de esta clase de historias se visualizan en la pantalla de ordenador de la protagonista, una joven adolesente que trata de resolver la desaparición de su madre en Colombia desde su apartamento en Van Nuys (Los Angeles).

Resulta de alabar cómo la película, sin resultar una apología de las nuevas tecnologías, incorpora éstas a una narrativa clásica que sin embargo reconoce sin problemas algo que a muchos todavía se les escapa: hay una segunda capa de realidad (virtual) ya creada sobre nosotros, una ventana a otra dimensión -el hiperespacio digital- que nos protege y nos amenaza, que nos define y expande.

En cierto modo, resulta doblemente satisfactorio que Missing funcione a su particular pequeña escala, tanto dramática como comercialmente (y lo hace). Hubo un tiempo, no demasiado lejano, en el que Hollywood depositaba su confianza en productos de género capaces de, ocasionalmente, dar la sorpresa además de la consabida ración de funcional entretenimiento, y Missing parece retrotraernos, pese a su apología de la cultura digital, a aquellos tiempos.

La secuela dirigida por Nick Johnson y Will Merrick pertenece a esa segunda categoría. Todos los hallazgos estaban ya en la original Searching (o, si me apuran, en aquel excelente episodio de Modern Family) y aquí se limitan a ofrecer lo mismo, si acaso con un tono algo más jovial y mundano. Pero resulta entrañable e ingeniosa la relación de nuestra protagonista, la quinceañera June, con su «TaskRabbit» colombiano encarnado por Joachim de Almeida, y es de alabar la seguridad general del guion a la hora de ir repartiendo sus limitados ases en la manga dando la impresión de un ritmo fulgurante y absorbente.

El defecto, un tanto fatal, de una película como Missing está en su propia apuesta narrativa. El tener que mirar las abundantes revelaciones y secretos del argumento, así como visualizar -por ejemplo- una violenta pelea física a través de las cámaras de seguridad de un apartamento, sin duda resta impacto visual y emocional al relato. Se podria decir que su mayor virtud se convierte entonces en su mayor limitación, su rasgo más ingenioso en el más rígido, echándose de menos una cámara capaz de captar las reacciones con una mayor expresividad que la que ofrece un FaceTime.